
LA HISTORIA ES ESQUIVA A LA RAZON DE LOS HOMBRES
LA VERDAD PURA Y SIMPLE, RARA VEZ ES PURA Y NUNCA ES SIMPLE
viernes, 7 de enero de 2011
TEXTO IMPERIALISMO.
En nombre de Dios todopoderoso.
Su majestad el Rey de España; S.M. el Emperador de Alemania, Rey de Prusia; S.M. el Emperador de Austria, Rey de Bohemia, etc. (...)
Deseando establecer en un espíritu de entendimiento mutuo, las condiciones más favorables al desarrollo del comercio y de la civilización en determinadas regiones de África, y asegurar a todos los pueblos las ventajas de la libre navegación por los principales ríos africanos que desembocan en el océano Atlántico; deseosos, por otra parte, de prevenir los malentendidos y las disputas que pudieran suscitar en el futuro las nuevas tomas de posesión efectuadas en las costas de África y preocupados, al mismo tiempo por los medios de aumentar el bienestar moral y material de las poblaciones indígenas, han resuelto (...):
1º Declaración relativa a la libertd de comercio en la cuenca del Congo, sus desembocaduras y países circunvecinos, con disposiciones relativas a la protección de los indígenas, de los misioneros y de los viajeros, y a la libertad religiosa.
2º Declaración referente a la trata de esclavos y las operaciones que por tierra o por mar proporcionan esclavos para la trata.
3º Declaración relativa a la neutralidad de los territorios comprendidos en la cuenca convencional del Congo.
4º Acta de navegación del Congo.
5º Acta de navegación del Niger.
6º Declaración que establece en las relaciones internacionales reglas uniformes respecto a las ocupaciones que en adelante puedan verificarse en las costas del continente africano.
Artículo 34. Toda potencia que en lo sucesivo tome posesión de un territorio situado en la costa del continente africano, pero fuera de sus posesiones actuales, o que no poseyendo ninguno hasta entonces, llegase a adquirirlo, así como toda potencia que se haga cargo en aquélla de un protectorado, acompañará el Acta respectiva de una notificación dirigida a las restantes potencias firmantes de la presente Acta, con objeto de ponerlas en condiciones de hace valer sus reclamaciones, si hubiese lugar a ellas.
Artículo 35. Las potencias firmantes de la presente Acta reconocen la obligación de asegurar, en los territorios ocupados por ellas en la costa del continente africano, la existencia de una autoridad suficiente para hacer respetar los derechos adquiridos y, llegado el caso, la libertad de comercio y de tránsito en las condiciones en que fuese estipulada.”
Conferencia de Berlín. Acta General. Febrero de 1885.
1. Realizar las pautas establecidas del comentario de texto.
2. Realizar la introducción histórica en la que se produce el texto.
3. Responder a las siguientes cuestiones:
a. ¿Cuál es el proceso histórico al que se refiere?.
b. ¿Se cumplieron las peticiones del documento?. Explicar la evolución del proceso.
c. A raíz de este documento y la evolución posterior, ¿fue el Colonialismo e Imperialismo finalizado o tuvo una evolución posterior?.
4. Opinión personal y comentario.
Su majestad el Rey de España; S.M. el Emperador de Alemania, Rey de Prusia; S.M. el Emperador de Austria, Rey de Bohemia, etc. (...)
Deseando establecer en un espíritu de entendimiento mutuo, las condiciones más favorables al desarrollo del comercio y de la civilización en determinadas regiones de África, y asegurar a todos los pueblos las ventajas de la libre navegación por los principales ríos africanos que desembocan en el océano Atlántico; deseosos, por otra parte, de prevenir los malentendidos y las disputas que pudieran suscitar en el futuro las nuevas tomas de posesión efectuadas en las costas de África y preocupados, al mismo tiempo por los medios de aumentar el bienestar moral y material de las poblaciones indígenas, han resuelto (...):
1º Declaración relativa a la libertd de comercio en la cuenca del Congo, sus desembocaduras y países circunvecinos, con disposiciones relativas a la protección de los indígenas, de los misioneros y de los viajeros, y a la libertad religiosa.
2º Declaración referente a la trata de esclavos y las operaciones que por tierra o por mar proporcionan esclavos para la trata.
3º Declaración relativa a la neutralidad de los territorios comprendidos en la cuenca convencional del Congo.
4º Acta de navegación del Congo.
5º Acta de navegación del Niger.
6º Declaración que establece en las relaciones internacionales reglas uniformes respecto a las ocupaciones que en adelante puedan verificarse en las costas del continente africano.
Artículo 34. Toda potencia que en lo sucesivo tome posesión de un territorio situado en la costa del continente africano, pero fuera de sus posesiones actuales, o que no poseyendo ninguno hasta entonces, llegase a adquirirlo, así como toda potencia que se haga cargo en aquélla de un protectorado, acompañará el Acta respectiva de una notificación dirigida a las restantes potencias firmantes de la presente Acta, con objeto de ponerlas en condiciones de hace valer sus reclamaciones, si hubiese lugar a ellas.
Artículo 35. Las potencias firmantes de la presente Acta reconocen la obligación de asegurar, en los territorios ocupados por ellas en la costa del continente africano, la existencia de una autoridad suficiente para hacer respetar los derechos adquiridos y, llegado el caso, la libertad de comercio y de tránsito en las condiciones en que fuese estipulada.”
Conferencia de Berlín. Acta General. Febrero de 1885.
1. Realizar las pautas establecidas del comentario de texto.
2. Realizar la introducción histórica en la que se produce el texto.
3. Responder a las siguientes cuestiones:
a. ¿Cuál es el proceso histórico al que se refiere?.
b. ¿Se cumplieron las peticiones del documento?. Explicar la evolución del proceso.
c. A raíz de este documento y la evolución posterior, ¿fue el Colonialismo e Imperialismo finalizado o tuvo una evolución posterior?.
4. Opinión personal y comentario.
lunes, 3 de enero de 2011
LA CUESTIÓN DE ORIENTE
LA CUESTIÓN DE ORIENTE (1815-1914)
La denominación de cuestión de Oriente hace referencia al problema planteado por la decadencia del Imperio turco en los Balcanes desde principios del siglo XIX. Considerado ya por el zar Alejandro I como el enfermo de Europa, pondrá sobre el tapete diplomático la necesidad de un reparto territorial, que bajo el pretexto de evitar las tensiones en la política internacional de la época, implica a las potencias las significativas del periodo: Francia, Gran Bretaña, Rusia y Austria.
Inicialmente, el reparto de las posesiones turcas enfrenta a dos potencias continentales: Austria-Hungría y Rusia. los motivos son diversos:
1. Étnicos. El espacio balcánico abarca a poblaciones germánicas y eslavas. Tanto el Imperio austriaco como Rusia desarrollarán sus respectivas políticas pangermanistas y paneslavistas.
2. Económicos. La Revolución Industrial y el desarrollo de las potencias económicas nacionales impone la necesidad a ambos imperios de buscar nuevos mercados, y los Balcanes, en posesión de un imperio decadente, es una tentación obvia. La carrera por desarrollar el ferrocarril entre Salónica y Constantinopla es demostrativa de la potencialidad económica de la zona, y de los intereses de las potencias implicadas.
3. Estratégicos. La salida al Mediterráneo oriental de ambas potencias conservadoras plantea las suspicacias de las dos potencias liberales y coloniales que consideran al continente africano como su porción exclusiva del reparto colonial. La importancia de Egipto, con la construcción del canal de Suez elevará la tensión al configurar el vital espacio del canal como la vía mas rápida para la conexión de ambas potencias con sus imperios coloniales asiáticos (la India y Vietnam)
4. Decadencia turca. El imperio turco por estas fechas mantiene en su seno una serie de crisis internas que podemos clasificar en:
a. Religiosas. Una gran parte de los súbditos del imperio son cristianos, exentos del servicio militar, sin derechos políticos ni acceso a los puestos de la Administración y el Ejército, siendo por el contrario una fuerza económica importante, caso de los círculos griegos, armenios o cristianos libaneses. Por el contrario, la población turca mantiene su presencia en las fuerzas armadas, los cargos políticos y administrativos y tiene reconocidos sus derechos políticos.
b. Geográficos. La decadencia turca se enfatiza por su dispersión geográfica a través de tres continentes: África, Europa y Asia. Ello induce a ciertas zonas, como Egipto a mantener una sumisión nominal frente al sultán de Constantinopla, caso de Egipto.
c. Étnicos. Los diversos pueblos de los Balcanes: serbios, búlgaros, húngaros o rumanos, se extienden por diversas zonas balcánicas sin homogeneidad. Cuando el nacionalismo se convierta en la fuerza motriz de desmembración turca en los Balcanes, estos pueblos buscarán formar naciones con diversidad étnica dentro de sus fronteras, fruto de previsibles conflictos.
A la altura de 1870, el Imperio turco acumula el desgaste progresivo de todas estas tensiones aderezado con el inmovilismo político del sultán. Los planes de reforma de sultanes como Abd-al-Aziz (1861-1876) ponen de manifiesto las contradicciones de unas reformas parciales basadas en la modernización económica sin reformas políticas paralelas. El enfrentamiento a partir de entonces entre los defensores del poder del sultán y los reformistas, los “jóvenes turcos”, demuestran la influencia del liberalismo occidental y su incompatibilidad básica con la monarquía de corte absolutista.
Económicamente, las reformas en el Ejército y la Marina, de amplia envergadura, se realizan sin reformar el sistema económico arcaico del imperio. Los propios visires denominados reformadores serán incapaces de captar las complejidades de la economía derivada del desarrollo de la Revolución Industrial. Incapaces de reformar en profundidad el sistema económico según el modelo occidental, ni tocar o cuestionar los intereses de las clases privilegiadas, con el sultán a la cabeza, los caminos de la financiación de las reformas se centrarán en la huida hacia delante a base de empréstitos solicitados a las potencias extranjeras. Francia y Gran Bretaña serán los primeros acreedores del Imperio.
Desde la Guerra de Crimea (1854-1856), el Imperio es deudor de Gran Bretaña, pues por estas fechas, se contrata el primer empréstito al 6% de interés. Sobre 1873, el imperio había firmado 13 empréstitos por un valor global de 185 millones de libras esterlinas. Las garantías serán cada vez mas onerosas: monopolios del tabaco, timbre y la sal, libertad en los impuestos y recaudación de estos en Siria y Egipto. Todo ello empobrece la recaudación fiscal del Imperio y aumenta su dependencia de las potencias extranjeras.
LA POLÍTICA EXTERIOR.
A lo largo de este periodo, el desarrollo de los sucesivos conflictos internacionales elevaran el grado de decadencia y pérdida de independencia política del Imperio, acentuando la necesidad de solucionar el problema turco y aumentando las fricciones entre las grandes potencias que buscan obtener suculentas ganancias en el reparto.
1. La guerra de independencia griega, vista con anterioridad, demuestra la posibilidad de enfrentamientos entre las potencias europeas interesadas en el la zona, y la posibilidad de llegar a un enfrentamiento bélico por asegurarse determinadas zonas de influencia geoestratégica. El Tratado de Adianópolis y el protocolo secreto de Londres, evidencian la perdida de maniobrabilidad política internacional del Imperio, las fricciones entre las grandes potencias a la hora del reparto, y la tutela sin concesiones ni pudores por parte de las potencias sobre las zonas que se convierten en estados del Imperio, caso de Grecia.
2. Las revoluciones de 1848, ponen en evidencia los intereses de las potencias conservadoras, antinacionalistas, más interesadas en el reparto territorial del Imperio: Austria y Rusia. En las fronteras austro-rusas en los Balcanes, la primera porción territorial a desgajar eran las principados rumanos. Una parte de estos pertenecían a Austria ( Transilvania, Bucovina y el banato de Temesvar), a Rusia ( Besarabia) y al Imperio turco (Valaquia y Moldavia)
Las repercusiones del 48, alentadas por los estudiantes de la zona que habían salido a cursar sus estudios en el extranjero, fueron la chispa del enfrentamiento. El enfrentamiento adquirió diversas facetas, desde el deseo de independencia nacionalista a intereses de conflictos económicos y de clase como la reforma agraria y las libertades políticas. Dentro del grupo progresista, estudiantes y comerciantes, deseaban una revolución política y la independencia nacional, creando un gobierno nacional. La debilidad de Turquía en la zona, y el temor de contagio nacionalista en sus territorios, llevarán a Rusia a intervenir, invadiendo Valaquia y Moldavia, entrando en Bucarest derrocando al gobierno provisional. La intervención a favor de Turquía, a la que se quieres desmembrar, se hace en esta ocasión en virtud de las estipulaciones de la Santa Alianza, por las cuales, el zar Alejandro I, interviene en el sostenimiento de un gobierno legítimo y autoritario y en contra de las revoluciones desestabilizadoras.
3. La Guerra de Crimea (1854-1856) puso de manifiesto al ambivalencia de sentimientos, intereses y coyunturas políticas que atravesará el asunto turco. Si en 1848, Rusia había sido el salvavidas del Imperio ante el empuje de los nacionalistas, será ahora Gran Bretaña y Francia, la que salven al Imperio del zarpazo del oso ruso. En este caso la intervención rusa se debe a problemas económicos, caso de la prohibición de la salida del trigo rumano por los estrechos; religiosos, motivada por la defensa oportunista del zar de los derechos de los cristianos en el Imperio, tal como se contemplaba en el tratado de Kainardji; y políticos, motivados por la supuesta misión predestinada por el zar Nicolás I de colocar a Rusia en su lugar en Europa.
La defensa turca por Gran Bretaña de debe a un cúmulo de circunstancias qué la impulsan a ir a la guerra. Desde los aranceles rusos, altos para los tejidos británicos, al mantenimiento de su control en el Mediterráneo oriental, esto es, Egipto y Chipre mas el control de la ruta egipcia a la India, que se vería cuestionada con la libre salida de la flota rusa a través de los estrechos hacia el Mediterráneo.
El caso francés, nunca ha quedado firmemente establecido el cúmulo de intereses, aunque parecen primar los de prestigio internacional parte de un ansioso Napoleón III, obsesionado por la sombra de su tío. A ello hay que añadir el sentimiento de enfrentamiento entre las potencias liberales frente a una inquietante expansión de una de las mas señeras de la Santa Alianza, Rusia. La presencia del Piamonte, reino liberal, nacionalista e italiano en el conflicto, es mas folklórica que determinante, si bien parece refrendar un aspecto de la guerra: el enfrentamiento entre la revolución liberal contra la reacción conservadora, aunque sea para salvar a otra potencias conservadora. Cuestión de sensibilidades varias.
El desarrollo de la guerra tiene escasa relevancia a nivel de grandes cambios en la política internacional del periodo. La conquista de Sebastopol por el ejército anglo-francés, no hacei sino poner sobre el tapete de las negociaciones el programa acordado en Viena en 1854: neutralización del Mar Negro, libertad de navegación en los estrechos, libre navegación en las bocas del Danubio con vigilancia de una comisión internacional, autonomía de los principados de Valaquia y Moldavia y garantías por parte del Imperio turco de respetar los intereses religiosos de sus súbditos cristiano ortodoxos. Estos serán los puntos del tratado de paz firmados por Alejandro II en París, en 1856.
Del conflicto se evidencia la debilidad militar de Rusia por aquellos días, necesitada de amplio programa de reformas internas, como veremos posteriormente, y la continuada pérdida de independencia política de Turquía con la pérdida de algunos territorios, mientras se refuerza su necesidad de supervivencia con el apoyo de otras potencias.
3. El polvorín de los Balcanes desde 1875.
El espacio de tiempo transcurrido entre 1856 y 1875 puede considerarse como de evolución de los problemas internos turcos. Concretamente, dos zonas de los Balcanes se convertirán, a la altura de 1875, en los próximos avisperos de la política internacional por estas fechas: Bulgaria y Bosnia.
El caso búlgaro, parte de su división en dos zonas netamente diferencias. En el norte, la influencia rusa en preponderante, mientras que en el sur, la presencia del ejército turco parece firmemente asentada, sostenida por una facilidad en las comunicaciones con el centro del imperio, y con una división etnica con diversos grados de enfrentamiento entre turcos, griegos, serbios y albaneses, destacando en conjunto la hostilidad de los grupos no turcos hacia estos en los que solo ven voraces recaudadores de impuestos.
La primera chispa salta en 1864, cuando campesinos circasianos (turcos huidos de Rusia) son asentados en las zonas con evidentes privilegios respecto a los autóctonos búlgaros. Sin embargo, el conflicto no se radicalizará por la atmósfera de prosperidad económica del momento vivida por los campesinos y la burguesía búlgara (chorbadjis), que espera solventar la crisis política sin muchos perjuicios económicos mediante la desintegración del imperio y no la guerra abierta.
El caso bosnio presenta particularidades propias. La conflictividad social es muy variada. Desde el lado conservador se afirma la presencia de una minoría musulmanes de terratenientes (begs) con una clientela que representa un tercio de la población Este grupo marcará sus señas de identidad con la opresión sin remordimientos frente al grupo cristiano. La crisis había comenzado alrededor de 1850, cuando el sultán Mahmud II, tendió a eliminar la influencia feudal de los begs, pero no había introducido cambios en la presencia cualitativa musulmana. Sin embargo, una crisis económica, la mala cosecha de 1874, despierta las primeras rebeliones campesinas antiturcas. A partir de aquí, el conflicto adquiere carta de naturaleza, complicándose por la ingerencia austriaca que desea el dominio de la zona para fortalezas su franja de terreno en la costa dálmata, por ser el paso inevitable del vital ferrocarril entre Viena t Constantinopla vía Salónica.
El caso bosnio en 1875, refleja las tensiones de una Rusia en Bulgaria, una Austria en Bosnia y un decadente imperio turco, que tendrán su reedición en 1914.
El desarrollo de la insurrección antiturca toma impulsa en la hambruna de 1875, centrada en Bosnia Herzegovina. Contestada por los turcos con amplio repertorio de salvaje represión, desencadena la hostilidad de los estados ya independientes, Servia y Montenegro, que ven la ocasión de redondear sus territorios acudiendo en ayuda de sus hermanos eslavos. El estallido en la zona bosnia es parejo al levantamiento búlgaro de 1876.
En Rusia se produce una división en dos bandos ante el conflicto balcánico. En netamente paneslavista, encabezado por Ignatief que pide una guerra de Rusia en solitario en ayuda de los hermanos pequeños balcánicos y eslavos. Y los que consideran, a la vista del trauma de Crimen, la necesidad de de contar con el apoyo de otras potencias, caso de Gortchakof. Pero no es solo en Rusia donde hay división de opiniones. En Gran Bretaña, los liberales con Gladstone a la cabeza son partidarios de la guerra, mientras los conservadores de Disraeli, defienden la neutralidad. El imperio austriaco tiene sus propias preferencias. Desean limitar el conflicto en aras de sus intereses ferroviarios.
Diplomáticamente, se consigue la neutralidad de Austria y Gran Bretaña ante la intervención en solitario de Rusia que comienza en 1877, atravesando Rumania y llegando tras varias peripecias ante las llanuras de Adrianópolis. El temor derivado de la presencia de tropas rusas a las puertas de Constantinopla desvanece el anterior consenso internacional. A las protestas de Austria se une la presencia de una flota británica en los estrechos. La amenaza de guerra generalizada lleva turcos y rusos a la mesa de negociaciones.
El tratado de San Estéfano, en marzo de 1878, viene a consagrar las ganancias rusas plasmada en la anexión de las ciudades de Kars, Bayazid y Batum en los territorios asiáticos del Imperio turco, cuando a la Dobrudja en Europa; Engrandece los respectivos territorios de Serbia y Montenegro; consagra la independencia de Rumania, y recrea la formación de una Gran Bulgaria, extendida desde el Danubio al Egeo, englobando a gran parte de Rumelia y Macedonia.
Los resultados del tratado disparan la hostilidad y temores de Austria y Gran Bretaña, que ven en el tratado la preeminencia de Rusia en los Balcanes. Para Austria, San Estéfano puede desarrollar la independencia de Bosnia – Herzegovina, cerrándole el camino hacia el sur de los Balcanes. En el caso británico, el tratado supone la creación de un auténtico protectorado ruso en los Balcanes, la puerta abierta a la ocupación de Constantinopla y la presencia de la flota rusa, en corto espacio de tiempo, frente a Chipre, Creta, Egipto e incluso, en el estrecho de Mesina. Por oto ello comenzó a llamarse a los reservistas en `prevención de un previsto conflicto bélico.
Finalmente, el cúmulo de presiones desemboco en el Congreso de Berlín (1878) solución pactada a medio camino entre los deseos rusos, los temores austro-británicos y la mediación del Reich bismarkiano. En virtud de los acuerdos de Berlín se reducían las ganancias territoriales de Serbia y Montenegro, quedaba compartimentada Bulgaria en dos principados, Bulgaria y Rumelia,; Rumania cedía a Rusia la Besaria del sur a cambio de la Dobrudja, quedando Bosnia-Herzegovina encomendada a la administración de Austria.
El balance de los acuerdos de Berlín esta orientado sobre la idea de mantener el status quo en los Balcanes contra viento y marea. Gran Bretaña, nuevamente, a impedido la desmembración del imperio turco, Rusia a pesar de las ventajas ha tenido que retroceder sensiblemente tras los acuerdos de San Estéfano, si bien no renuncia a la protección de los eslavos del sur, mientras que la paciencia austriaca se ha visto recompensada con su apertura hacia el sur.
San Estéfano y Berlín suponen la pérdida de cualquier iniciativa propia del Imperio turco en los Balcanes. No volverá a tener un papel actuante en el territorio. El ejemplo mas evidente será cuando en 1885, la declaración unilateral de unificación de las dos Bulgarias sea sancionado con el silencio en Constantinopla.
Sin embargo, en los Balcanes se apagaba un polvorín para encender otra. La victoria diplomática austriaca consagra el avance imperial hacia el sur, consiguiendo el apoyo de Serbia y Rumania, pero no impide la hostilidad y agitación nacionalista de bosnios contra Austria y de pomacos contra Bulgaria y Rusia. Sin consecuencias a medio plazo, sólo la insurrección de los albaneses contra Constantinopla demuestra la fragilidad de la situación.
Desde 1885 a 1914 comienzan a vislumbrarse en el horizonte los nubarrones de la tormenta que se desencadenara en junio de 1914. El crecimiento de la influencia austriaca levanta los temores de los eslavos del sur, mientras la presencia de comerciantes austro-húngaros, creciente, en los puertos griegos desplaza a sus homólogos británicos; el territorio balcánico turco entra en una dinámica reduccionista sin retroceso; la influencia paneslavista rusa crece a través de la puerta búlgara, y cuando el imperio austriaco se anexione formalmente Bosnia-Herzegovina a principios del siglo XX, la chispa balcánica encenderá la mecha de la guerra, mientras el Imperio turco se convierte en un mero espectador.
La denominación de cuestión de Oriente hace referencia al problema planteado por la decadencia del Imperio turco en los Balcanes desde principios del siglo XIX. Considerado ya por el zar Alejandro I como el enfermo de Europa, pondrá sobre el tapete diplomático la necesidad de un reparto territorial, que bajo el pretexto de evitar las tensiones en la política internacional de la época, implica a las potencias las significativas del periodo: Francia, Gran Bretaña, Rusia y Austria.
Inicialmente, el reparto de las posesiones turcas enfrenta a dos potencias continentales: Austria-Hungría y Rusia. los motivos son diversos:
1. Étnicos. El espacio balcánico abarca a poblaciones germánicas y eslavas. Tanto el Imperio austriaco como Rusia desarrollarán sus respectivas políticas pangermanistas y paneslavistas.
2. Económicos. La Revolución Industrial y el desarrollo de las potencias económicas nacionales impone la necesidad a ambos imperios de buscar nuevos mercados, y los Balcanes, en posesión de un imperio decadente, es una tentación obvia. La carrera por desarrollar el ferrocarril entre Salónica y Constantinopla es demostrativa de la potencialidad económica de la zona, y de los intereses de las potencias implicadas.
3. Estratégicos. La salida al Mediterráneo oriental de ambas potencias conservadoras plantea las suspicacias de las dos potencias liberales y coloniales que consideran al continente africano como su porción exclusiva del reparto colonial. La importancia de Egipto, con la construcción del canal de Suez elevará la tensión al configurar el vital espacio del canal como la vía mas rápida para la conexión de ambas potencias con sus imperios coloniales asiáticos (la India y Vietnam)
4. Decadencia turca. El imperio turco por estas fechas mantiene en su seno una serie de crisis internas que podemos clasificar en:
a. Religiosas. Una gran parte de los súbditos del imperio son cristianos, exentos del servicio militar, sin derechos políticos ni acceso a los puestos de la Administración y el Ejército, siendo por el contrario una fuerza económica importante, caso de los círculos griegos, armenios o cristianos libaneses. Por el contrario, la población turca mantiene su presencia en las fuerzas armadas, los cargos políticos y administrativos y tiene reconocidos sus derechos políticos.
b. Geográficos. La decadencia turca se enfatiza por su dispersión geográfica a través de tres continentes: África, Europa y Asia. Ello induce a ciertas zonas, como Egipto a mantener una sumisión nominal frente al sultán de Constantinopla, caso de Egipto.
c. Étnicos. Los diversos pueblos de los Balcanes: serbios, búlgaros, húngaros o rumanos, se extienden por diversas zonas balcánicas sin homogeneidad. Cuando el nacionalismo se convierta en la fuerza motriz de desmembración turca en los Balcanes, estos pueblos buscarán formar naciones con diversidad étnica dentro de sus fronteras, fruto de previsibles conflictos.
A la altura de 1870, el Imperio turco acumula el desgaste progresivo de todas estas tensiones aderezado con el inmovilismo político del sultán. Los planes de reforma de sultanes como Abd-al-Aziz (1861-1876) ponen de manifiesto las contradicciones de unas reformas parciales basadas en la modernización económica sin reformas políticas paralelas. El enfrentamiento a partir de entonces entre los defensores del poder del sultán y los reformistas, los “jóvenes turcos”, demuestran la influencia del liberalismo occidental y su incompatibilidad básica con la monarquía de corte absolutista.
Económicamente, las reformas en el Ejército y la Marina, de amplia envergadura, se realizan sin reformar el sistema económico arcaico del imperio. Los propios visires denominados reformadores serán incapaces de captar las complejidades de la economía derivada del desarrollo de la Revolución Industrial. Incapaces de reformar en profundidad el sistema económico según el modelo occidental, ni tocar o cuestionar los intereses de las clases privilegiadas, con el sultán a la cabeza, los caminos de la financiación de las reformas se centrarán en la huida hacia delante a base de empréstitos solicitados a las potencias extranjeras. Francia y Gran Bretaña serán los primeros acreedores del Imperio.
Desde la Guerra de Crimea (1854-1856), el Imperio es deudor de Gran Bretaña, pues por estas fechas, se contrata el primer empréstito al 6% de interés. Sobre 1873, el imperio había firmado 13 empréstitos por un valor global de 185 millones de libras esterlinas. Las garantías serán cada vez mas onerosas: monopolios del tabaco, timbre y la sal, libertad en los impuestos y recaudación de estos en Siria y Egipto. Todo ello empobrece la recaudación fiscal del Imperio y aumenta su dependencia de las potencias extranjeras.
LA POLÍTICA EXTERIOR.
A lo largo de este periodo, el desarrollo de los sucesivos conflictos internacionales elevaran el grado de decadencia y pérdida de independencia política del Imperio, acentuando la necesidad de solucionar el problema turco y aumentando las fricciones entre las grandes potencias que buscan obtener suculentas ganancias en el reparto.
1. La guerra de independencia griega, vista con anterioridad, demuestra la posibilidad de enfrentamientos entre las potencias europeas interesadas en el la zona, y la posibilidad de llegar a un enfrentamiento bélico por asegurarse determinadas zonas de influencia geoestratégica. El Tratado de Adianópolis y el protocolo secreto de Londres, evidencian la perdida de maniobrabilidad política internacional del Imperio, las fricciones entre las grandes potencias a la hora del reparto, y la tutela sin concesiones ni pudores por parte de las potencias sobre las zonas que se convierten en estados del Imperio, caso de Grecia.
2. Las revoluciones de 1848, ponen en evidencia los intereses de las potencias conservadoras, antinacionalistas, más interesadas en el reparto territorial del Imperio: Austria y Rusia. En las fronteras austro-rusas en los Balcanes, la primera porción territorial a desgajar eran las principados rumanos. Una parte de estos pertenecían a Austria ( Transilvania, Bucovina y el banato de Temesvar), a Rusia ( Besarabia) y al Imperio turco (Valaquia y Moldavia)
Las repercusiones del 48, alentadas por los estudiantes de la zona que habían salido a cursar sus estudios en el extranjero, fueron la chispa del enfrentamiento. El enfrentamiento adquirió diversas facetas, desde el deseo de independencia nacionalista a intereses de conflictos económicos y de clase como la reforma agraria y las libertades políticas. Dentro del grupo progresista, estudiantes y comerciantes, deseaban una revolución política y la independencia nacional, creando un gobierno nacional. La debilidad de Turquía en la zona, y el temor de contagio nacionalista en sus territorios, llevarán a Rusia a intervenir, invadiendo Valaquia y Moldavia, entrando en Bucarest derrocando al gobierno provisional. La intervención a favor de Turquía, a la que se quieres desmembrar, se hace en esta ocasión en virtud de las estipulaciones de la Santa Alianza, por las cuales, el zar Alejandro I, interviene en el sostenimiento de un gobierno legítimo y autoritario y en contra de las revoluciones desestabilizadoras.
3. La Guerra de Crimea (1854-1856) puso de manifiesto al ambivalencia de sentimientos, intereses y coyunturas políticas que atravesará el asunto turco. Si en 1848, Rusia había sido el salvavidas del Imperio ante el empuje de los nacionalistas, será ahora Gran Bretaña y Francia, la que salven al Imperio del zarpazo del oso ruso. En este caso la intervención rusa se debe a problemas económicos, caso de la prohibición de la salida del trigo rumano por los estrechos; religiosos, motivada por la defensa oportunista del zar de los derechos de los cristianos en el Imperio, tal como se contemplaba en el tratado de Kainardji; y políticos, motivados por la supuesta misión predestinada por el zar Nicolás I de colocar a Rusia en su lugar en Europa.
La defensa turca por Gran Bretaña de debe a un cúmulo de circunstancias qué la impulsan a ir a la guerra. Desde los aranceles rusos, altos para los tejidos británicos, al mantenimiento de su control en el Mediterráneo oriental, esto es, Egipto y Chipre mas el control de la ruta egipcia a la India, que se vería cuestionada con la libre salida de la flota rusa a través de los estrechos hacia el Mediterráneo.
El caso francés, nunca ha quedado firmemente establecido el cúmulo de intereses, aunque parecen primar los de prestigio internacional parte de un ansioso Napoleón III, obsesionado por la sombra de su tío. A ello hay que añadir el sentimiento de enfrentamiento entre las potencias liberales frente a una inquietante expansión de una de las mas señeras de la Santa Alianza, Rusia. La presencia del Piamonte, reino liberal, nacionalista e italiano en el conflicto, es mas folklórica que determinante, si bien parece refrendar un aspecto de la guerra: el enfrentamiento entre la revolución liberal contra la reacción conservadora, aunque sea para salvar a otra potencias conservadora. Cuestión de sensibilidades varias.
El desarrollo de la guerra tiene escasa relevancia a nivel de grandes cambios en la política internacional del periodo. La conquista de Sebastopol por el ejército anglo-francés, no hacei sino poner sobre el tapete de las negociaciones el programa acordado en Viena en 1854: neutralización del Mar Negro, libertad de navegación en los estrechos, libre navegación en las bocas del Danubio con vigilancia de una comisión internacional, autonomía de los principados de Valaquia y Moldavia y garantías por parte del Imperio turco de respetar los intereses religiosos de sus súbditos cristiano ortodoxos. Estos serán los puntos del tratado de paz firmados por Alejandro II en París, en 1856.
Del conflicto se evidencia la debilidad militar de Rusia por aquellos días, necesitada de amplio programa de reformas internas, como veremos posteriormente, y la continuada pérdida de independencia política de Turquía con la pérdida de algunos territorios, mientras se refuerza su necesidad de supervivencia con el apoyo de otras potencias.
3. El polvorín de los Balcanes desde 1875.
El espacio de tiempo transcurrido entre 1856 y 1875 puede considerarse como de evolución de los problemas internos turcos. Concretamente, dos zonas de los Balcanes se convertirán, a la altura de 1875, en los próximos avisperos de la política internacional por estas fechas: Bulgaria y Bosnia.
El caso búlgaro, parte de su división en dos zonas netamente diferencias. En el norte, la influencia rusa en preponderante, mientras que en el sur, la presencia del ejército turco parece firmemente asentada, sostenida por una facilidad en las comunicaciones con el centro del imperio, y con una división etnica con diversos grados de enfrentamiento entre turcos, griegos, serbios y albaneses, destacando en conjunto la hostilidad de los grupos no turcos hacia estos en los que solo ven voraces recaudadores de impuestos.
La primera chispa salta en 1864, cuando campesinos circasianos (turcos huidos de Rusia) son asentados en las zonas con evidentes privilegios respecto a los autóctonos búlgaros. Sin embargo, el conflicto no se radicalizará por la atmósfera de prosperidad económica del momento vivida por los campesinos y la burguesía búlgara (chorbadjis), que espera solventar la crisis política sin muchos perjuicios económicos mediante la desintegración del imperio y no la guerra abierta.
El caso bosnio presenta particularidades propias. La conflictividad social es muy variada. Desde el lado conservador se afirma la presencia de una minoría musulmanes de terratenientes (begs) con una clientela que representa un tercio de la población Este grupo marcará sus señas de identidad con la opresión sin remordimientos frente al grupo cristiano. La crisis había comenzado alrededor de 1850, cuando el sultán Mahmud II, tendió a eliminar la influencia feudal de los begs, pero no había introducido cambios en la presencia cualitativa musulmana. Sin embargo, una crisis económica, la mala cosecha de 1874, despierta las primeras rebeliones campesinas antiturcas. A partir de aquí, el conflicto adquiere carta de naturaleza, complicándose por la ingerencia austriaca que desea el dominio de la zona para fortalezas su franja de terreno en la costa dálmata, por ser el paso inevitable del vital ferrocarril entre Viena t Constantinopla vía Salónica.
El caso bosnio en 1875, refleja las tensiones de una Rusia en Bulgaria, una Austria en Bosnia y un decadente imperio turco, que tendrán su reedición en 1914.
El desarrollo de la insurrección antiturca toma impulsa en la hambruna de 1875, centrada en Bosnia Herzegovina. Contestada por los turcos con amplio repertorio de salvaje represión, desencadena la hostilidad de los estados ya independientes, Servia y Montenegro, que ven la ocasión de redondear sus territorios acudiendo en ayuda de sus hermanos eslavos. El estallido en la zona bosnia es parejo al levantamiento búlgaro de 1876.
En Rusia se produce una división en dos bandos ante el conflicto balcánico. En netamente paneslavista, encabezado por Ignatief que pide una guerra de Rusia en solitario en ayuda de los hermanos pequeños balcánicos y eslavos. Y los que consideran, a la vista del trauma de Crimen, la necesidad de de contar con el apoyo de otras potencias, caso de Gortchakof. Pero no es solo en Rusia donde hay división de opiniones. En Gran Bretaña, los liberales con Gladstone a la cabeza son partidarios de la guerra, mientras los conservadores de Disraeli, defienden la neutralidad. El imperio austriaco tiene sus propias preferencias. Desean limitar el conflicto en aras de sus intereses ferroviarios.
Diplomáticamente, se consigue la neutralidad de Austria y Gran Bretaña ante la intervención en solitario de Rusia que comienza en 1877, atravesando Rumania y llegando tras varias peripecias ante las llanuras de Adrianópolis. El temor derivado de la presencia de tropas rusas a las puertas de Constantinopla desvanece el anterior consenso internacional. A las protestas de Austria se une la presencia de una flota británica en los estrechos. La amenaza de guerra generalizada lleva turcos y rusos a la mesa de negociaciones.
El tratado de San Estéfano, en marzo de 1878, viene a consagrar las ganancias rusas plasmada en la anexión de las ciudades de Kars, Bayazid y Batum en los territorios asiáticos del Imperio turco, cuando a la Dobrudja en Europa; Engrandece los respectivos territorios de Serbia y Montenegro; consagra la independencia de Rumania, y recrea la formación de una Gran Bulgaria, extendida desde el Danubio al Egeo, englobando a gran parte de Rumelia y Macedonia.
Los resultados del tratado disparan la hostilidad y temores de Austria y Gran Bretaña, que ven en el tratado la preeminencia de Rusia en los Balcanes. Para Austria, San Estéfano puede desarrollar la independencia de Bosnia – Herzegovina, cerrándole el camino hacia el sur de los Balcanes. En el caso británico, el tratado supone la creación de un auténtico protectorado ruso en los Balcanes, la puerta abierta a la ocupación de Constantinopla y la presencia de la flota rusa, en corto espacio de tiempo, frente a Chipre, Creta, Egipto e incluso, en el estrecho de Mesina. Por oto ello comenzó a llamarse a los reservistas en `prevención de un previsto conflicto bélico.
Finalmente, el cúmulo de presiones desemboco en el Congreso de Berlín (1878) solución pactada a medio camino entre los deseos rusos, los temores austro-británicos y la mediación del Reich bismarkiano. En virtud de los acuerdos de Berlín se reducían las ganancias territoriales de Serbia y Montenegro, quedaba compartimentada Bulgaria en dos principados, Bulgaria y Rumelia,; Rumania cedía a Rusia la Besaria del sur a cambio de la Dobrudja, quedando Bosnia-Herzegovina encomendada a la administración de Austria.
El balance de los acuerdos de Berlín esta orientado sobre la idea de mantener el status quo en los Balcanes contra viento y marea. Gran Bretaña, nuevamente, a impedido la desmembración del imperio turco, Rusia a pesar de las ventajas ha tenido que retroceder sensiblemente tras los acuerdos de San Estéfano, si bien no renuncia a la protección de los eslavos del sur, mientras que la paciencia austriaca se ha visto recompensada con su apertura hacia el sur.
San Estéfano y Berlín suponen la pérdida de cualquier iniciativa propia del Imperio turco en los Balcanes. No volverá a tener un papel actuante en el territorio. El ejemplo mas evidente será cuando en 1885, la declaración unilateral de unificación de las dos Bulgarias sea sancionado con el silencio en Constantinopla.
Sin embargo, en los Balcanes se apagaba un polvorín para encender otra. La victoria diplomática austriaca consagra el avance imperial hacia el sur, consiguiendo el apoyo de Serbia y Rumania, pero no impide la hostilidad y agitación nacionalista de bosnios contra Austria y de pomacos contra Bulgaria y Rusia. Sin consecuencias a medio plazo, sólo la insurrección de los albaneses contra Constantinopla demuestra la fragilidad de la situación.
Desde 1885 a 1914 comienzan a vislumbrarse en el horizonte los nubarrones de la tormenta que se desencadenara en junio de 1914. El crecimiento de la influencia austriaca levanta los temores de los eslavos del sur, mientras la presencia de comerciantes austro-húngaros, creciente, en los puertos griegos desplaza a sus homólogos británicos; el territorio balcánico turco entra en una dinámica reduccionista sin retroceso; la influencia paneslavista rusa crece a través de la puerta búlgara, y cuando el imperio austriaco se anexione formalmente Bosnia-Herzegovina a principios del siglo XX, la chispa balcánica encenderá la mecha de la guerra, mientras el Imperio turco se convierte en un mero espectador.
LOS GRANDES ESTADOS EUROPEOS : GRAN BRETAÑA, FRANCIA , IMPERIO AUSTRO-HÚNGARO.
1. LA GRAN BRETAÑA VICTORIANA
A. El REINO UNIDO: GRAN POTENCIA DEL SIGLO XIX
En 180I los tres reinos de las islas Británicas (Irlanda. Inglaterra y Escocia) adoptaron la denominación de Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda que, gracias a la revolución industrial, se convirtió en la primera potencia económica del mundo. Ya. desde tiempos de la reina Ana I (1702-1714) se denominaba Gran Bretaña (1707).
En 1837 se inicia el largo reinado de Victoria de Kent (1837-190 1) la etapa más brillante de la Historia de los bri¬tánicos. Se caracteriza en su primera etapa (1837-1873) por la gran prosperidad de su burguesía y. en un segundo período (1873-190 1). por la expansión imperialista que lle¬vó a la ampliación del Imperio británico que se convierte en la primera potencia política y económica del mundo.
La hegemonía mundial británica fue incuestionable hasta la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
B. LA LENTA DEMOCRATIZACIÓN
A lo largo del siglo XIX se produjo el tránsito de un Parlamento y un sistema político con vestigios del Antiguo Régimen, caracterizados respectivamente por el predominio de la nobleza y los enormes poderes del rey, a un sistema liberal que otorga mayor poder a la burguesía urbana y a los propietarios mediante el sufragio censitario. Sólo a fines del siglo se impuso el sufragio universal masculino y logrará el proletariado el derecho de voto. Esto se consiguió mediante sucesivas leyes o acts.
En 1832 con la Reform Act (Ley de Reforma) se suprimieron los burgos podridos y se produjo una redistribución de los escaños que satisfizo a la nueva bur¬guesía enriquecida gracias a la revolución industrial. Con esta ley 56 burgos podri¬dos, prácticamente deshabitados, perdían el derecho a enviar representantes al Par¬lamento y 32 debían ceder uno de sus escaños. Éstos representantes en la Cámara de los Comunes que pierden los burgos podridos se redistribuyeron entre las nue¬vas ciudades industriales, que desde entonces estarían presentes en el Parlamento a través de sus burgueses más influyentes, pues el sistema del liberalismo doctrina¬rio establecía el sufragio censitario en las elecciones.
Con esta reforma de 1832 se dio satisfacción a la burguesía enriquecida, pero quedaron marginados del sistema político la pequeña burguesía, el proletariado y gran parte del campesinado. Así pues los dos partidos políticos que se turnarán en el poder, el conservador o tory y el liberal o whig, sólo representarán a dos grupos sociales: la nobleza y la alta burguesía.
Tras el acceso de la gran burguesía al Parlamento, triunfan los intereses econó¬micos de comerciantes e industriales que logran que en 1846 el Parlamento aprue¬be las famosas anti-corn Laws (Leyes anticereales) que acaban con las tradi¬cionales leyes que protegían los cereales británicos frente a los procedentes del extranjero. La supresión de la política proteccionista por el librecambio o libertad de comercio favorece a la burguesía urbana y perjudica a los terratenientes rurales. Esta lucha política entre terratenientes agrarios y burguesía tuvo como consecuen¬cia una aceleración de las migraciones del campo a la ciudad y una venganza políti¬ca de los terratenientes conservadores que provocaron la caída del lider de su par¬tido, Robert Peel, el impulsor de las anti-corn laws.
A partir de 1865 se disputaron el poder las dos figuras más representativas de los partidos políticos británicos del siglo XIX: el conservador Benjamín Disraeli y el liberal William Gladstone y, ante el incremento de las revueltas sociales, no cabía otra solución que realizar nuevos cam¬bios políticos que quedan plasmados en una serie de leyes. La principal fue la reforma electoral de 1867 de Disra¬eli que amplió el número de votantes de un millón a 2'25 millones de electores, al reconocer el derecho de voto a los cabeza de familia residentes en las ciudades, a los licen¬ciados universitarios, médicos, profesores y clérigos, así como todos los arrendatarios que pagasen una renta anual igualo superior a cinco libras.
La nueva ley electoral de 1884, prácticamente implantaba el sufragio universal masculino pues únicamen¬te no podían votar aquellas personas que no tuvieran resi¬dencia fija, los que vivían en la casa paterna y los encarga¬dos del servicio doméstico. Al año siguiente la Redistribuction Act (Ley de redistribución) modifi¬caba el mapa electoral: frente al anterior reparto de esca¬ños por localidades se implanta el reparto según el núme¬ro de habitantes (un diputado por cada 50.000 electores).
El sufragio universal femenino no se conseguirá hasta principios del siglo XX, después de continuas luchas por los movimientos feministas de las sufragistas británi¬cas, entre las que destacaron Mrs. Pankhurst y sus hijas.
La Edad de Oro del victorianismo pleno (1850-1873), fue una etapa de una gran prosperidad, exagerado purita¬nismo y se practicó en política internacional el "espléndi¬do aislamiento" junto a una expansión imperialista que culminaría con la proclamación de la reina Victoria como emperatriz de la India, unos años más tarde.
La Gran Depresión (1873-1901) marca la última eta¬pa del reinado victoriano, cuando otras potencias europe¬as y extraeuropeas (Alemania y Estados Unidos) compiten con su dominio económico y Francia con el colonial.
C. EL PROBLEMA IRLANDÉS
Desde el siglo XII Irlanda fue tratada por la nobleza y la monarquía inglesa como si de una colonia se tratara. A partir del siglo XVI se establecieron en la Irlan¬da católica una minoría de ingleses anglicanos, especialmente en el norte de la isla, la única zona que participó del desarrollo económico derivado de la industria y del comercio. El resto de la isla siguió siendo rural y católica.
Junto a estos tres problemas, social, religioso y económico, existía en el siglo XIX un grave problema político: desde 1801 dejaron de tener un Parlamento propio y sus representantes se integraron en el parlamento de Westminster, pero "con la condición de que fueran de religión protestante", que sólo era profesada por un 15% de la población irlandesa. En estas condiciones, se puede considerar normal que naciera un movimiento nacionalista que desea lograr una mayor autonomía o inclu¬so la independencia. Daniel O'Connell (1775-1847) fundó en 1823 la Irish Catho¬/ic Association (Asociación Católica Irlandesa) con el objetivo de obtener el autogo¬bierno para Irlanda (Home Rule), pero sólo logró que la nueva ley electoral de 1829 suprimiera la discriminación que sufrían los católicos con la anterior ley.
En 1847 la economía irlandesa, basada en la agricultura, sufrió una grave crisis debido a la enfermedad de la patata, alimento básico en la isla, que produjo más de 700.000 muertes por hambre en ese año y una fuerte emigración hacia EE.UU. en la segunda mitad del siglo XIx. La población irlandesa se redujo a la mitad: 8'5 millones en 1845 y tan sólo 4 millones a comienzos del siglo Xx. Desde el exterior, estos emigrantes financiarán y dirigirán lo que ya podemos denominar movimientos independentistas, en especial la Sociedad Feniana, que comenzó en 1858 la lucha armada, mediante la preparación de atentados terroristas.
En 1875 Charles Stuart Parnell (1846-1891) obtuvo un escaño en la Cámara de los Comunes y, gracias a sus intervenciones, se convirtió en el líder del Partido Nacionalista Irlandés y de la Liga de la Tierra (1879), encargada ésta última de defender a los arrendatarios frente a los terratenientes.
Desde 1885, gracias a las reformas electorales de 1884-85, Parnell y el Partido Nacionalista Irlandés aumentaron su presencia en el Parlamento y los 86 dipu¬tados irlandeses se encontraron durante diez años con una Cámara en la que ni los conservadores ni los liberales tenían mayoría absoluta. Parnell decidió boicotear las decisiones del Parlamento con este argumento: "impediremos a los ingleses tratar sus asuntos ya que no quieren tratar los nuestros".
La situación en Irlanda siguió siendo explosiva y su solución, la independencia, sólo se llevará a cabo parcialmente (Irlanda del Norte seguirá siendo británica) des¬pués de la Iª Guerra Mundial.
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2. FRANCIA : DE LA IIª REPÚBLICA AL IMPERIO DE NAPOLEÓN IIIº.
La revolución de 1848 acabó con la monarquía de Luis Felipe de Orleans e implantó la 11 República francesa. Luis Napoleón Bonaparte fue elegido presidente de la República y de las ideas revolucionarias sólo mantuvo el principio democrático de elecciones mediante sufragio universal masculino. Su objetivo, como el de su tío Napo¬león 1, era hacer compatible las ideas más moderadas de la revolución con el triunfo del orden y lo hará de la misma forma, transformando la República en Imperio.
El 2 de diciembre de 1851, contando con el apoyo del ejército, disolvió la Asamblea y detuvo a 24.884 perso¬nas acusadas de intento de rebelión. Con este golpe de Estado refuerza su poder, que se verá confirmado cuan¬do el pueblo francés le diga que sí en los dos plebiscitos celebrados en 1851 y 1852. En ellos Napoleón prometía mantener el sufragio universal masculino y elaborar una nueva Constitución de corte autoritario, que le garantizó el poder durante diez años. Comenzaba, así, el 2.° Imperio.
B. El IMPERIO DE NAPOLEÓN IIIº (1852-1870)
La Constitución de 1852 concedió a Napoleón tan¬to el poder ejecutivo como el militar y el derecho de intervención en los otros poderes: nombramiento del Tri¬bunal Supremo de Justicia (poder judicial) y nominación del Consejo de Estado (poder legislativo). Este organismo propone las leyes que deben ser aprobadas por los miem¬bros del Cuerpo Legislativo, elegidos por sufragio univer¬sal masculino.
En la década de 1850 la actuación de Napoleón tiene como primer objetivo el mantenimiento del orden, aunque suponga un retroceso de las libertades. Para ello, refuerza la policía en las ciudades y las gendarmerías en las zonas rurales, potencia la vigilancia (sin censura) de la prensa y de las universidades, renueva la administración y firma una pacto con la Iglesia católica, convirtiéndose en el defensor del Papa y de sus Estados Pontificios.
Los éxitos en su política exterior se pusieron de manifiesto en dos conflictos: la Guerra de Crimea (1854¬- 1856), que convirtió a Napoleón 111 en árbitro de la políti¬ca internacional, y la guerra austropiamontesa de 1859, que concluye con el Tratado de Turín, firmado con Cavour, por el que Francia recibe de Piamonte los territorios de Sabo¬ya y Niza.
Pero su mayor éxito consistió en el gran desarrollo económico de Francia, que a partir de 1851 moderniza la agricultura e impulsa la industria, con lo que logra el apo¬yo del campesinado y de gran parte de la burguesía; por su parte, el proletariado urbano se muestra neutral mientras se beneficie del progreso económico y mantenga sus empleos. Rouher fue el ministro encargado de esta tarea desde 1855.
El Estado francés invierte en obras públicas, especial¬mente en la capital, París, en el extranjero y en el fomento de las inversiones en la agricultura, concediendo créditos a las agricultores a través del Crédit Foncier. El capital de las inversiones privadas procede de Bancos industriales como Banque de París o Crédit Mobilier de los hermanos Pereire, y de Bancos comerciales como Societé Générale de los Rothschild o Crédit Lyonnais de H. Germain.
La agricultura mejoró notablemente gracias al retro¬ceso del barbecho, al acondicionamiento de nuevos suelos de landas o pantanos para el cultivo, al abonado y la selec¬ción del ganado. Las regiones se especializaron y, como resultado, Francia dejó de padecer las crisis de subsisten¬cia. Quedaron excedentes para la exportación y se mejo¬ró la nutrición de los franceses.
La industria principal siguió siendo la textil, pero tanto la minera (hulla y hie¬rro de Lorena) como la siderúrgica tuvieron un gran crecimiento por la mayor demanda de estos productos por parte del ferrocarril y de las múltiples construc¬ciones públicas. Éstas se realizaron por empresas francesas que también actuaron en los países de la Europa Mediterránea, el imperio Turco y en el Austríaco.
El comercio interior se duplicó y el exterior se triplicó. El primero debido a la aparición en las ciudades de los mercados modernos (Les Halles), de los grandes almacenes (Lafayette) y los supermercados. El gran crecimiento del comercio exte¬rior se debió a varios factores: la difusión del telégrafo, las exposiciones internacio¬nales de 1855 y 1867, el acondicionamiento de sus puertos internacionales, la cons¬trucción del ferrocarril, las inversiones en el exterior y la política librecambista de los años sesenta. Como resultado Francia tuvo superávit en la balanza comercial hasta 1867.
En la década de 1860, frente al autoritarismo y la expansión de la década anterior, Napoleón adoptó ciertas medidas liberalizadoras como la concesión de amnistía a presos políticos, la legalización de las asociaciones obreras (sindicatos), reconocimientos del derecho de huelga y de algunas libertades. Estas medidas libe¬ralizadoras contrastan con los fracasos en su política exterior (derrota y fusila¬miento de Maximiliano I en México en 1867 que había sido apoyado por Francia y derrota frente a las tropas alemanas en Sedán* en 1870) que fueron acompañadas por una crisis económica muy fuerte entre 1866 y 1870 que incrementó el paro y el descontento social. Estos elementos negativos propiciaron la caída del Empera¬dor y la proclamación de la IIIª República.
C. LA IIIª REPÚBLICA DESDE 1871 A 1914.
La derrota de Sedán y las pérdidas territoriales de Alsacia y Lorena, que se integran en el nuevo Imperio ale¬mán, más las reparaciones de guerra que Francia debe pagar a Alemania hasta 1874 según lo firmado por ambos países en el Tratado de Francfort, crearon en Francia un fuerte sentimiento nacionalista antialemán, que se manten¬drá latente hasta que se luche en la Primera Guerra Mun¬dial (1914-1918)
Desde 1870 se renuevan en Francia los intentos revo¬lucionarios por parte del proletariado, que llegó a estable¬cer un gobierno revolucionario en la ciudad de París (la Comuna*) desde marzo hasta mayo de 1871, fecha en la que el presidente del gobierno francés, Adolphe Thiers, ordenó al ejército entrar en la capital y terminar total¬mente con los insurrectos: 20.000 personas fueron ejecu¬tados durante la llamada Semaine sanglante (semana san¬grienta).
Mucho se ha escrito sobre la Comuna. Marx y Bakunin, coetáneos de los hechos, valoraron positivamente el movi¬miento revolucionario cuyos objetivos eran salvaguardar la República y establecer reformas sociales en el marco de una organización de tipo prodhoniano.
Tras restablecer el orden, Thiers reanudó la actividad económica y adelantó el pago de la deuda a Alemania que fue cancelada en 1873, fecha en que será elegido Mc Mahon como presidente de la República. Hasta 1875 no se consolidó la 111 República porque la mayoría de los par¬lamentario elegidos eran monárquicos, pero la pequeña y mediana burguesía lograron hacer triunfar las ideas repu¬blicanas y su política de reformas: libertades de reunión, prensa, religión; ley del divorcio; enseñanza primaria gra¬tuita; anticlericalismo etc. Tanto los moderados (Gambetta, Jules Ferry) como los radicales (Clemenceau) reclamaban que el poder debía estar en manos del Parlamento y, en política exterior, defienden el imperialismo colonial en África y Asia.
A partir de 1894 se radicalizó la situación a partir del asesinato del Presidente Sadi Carnot que dio paso a la República Radical que conoció una de las crisis políticas más profundas del siglo con el famoso affaire (asunto) Dreyfus. La cuestión -motivada por la acusación al oficial judío Alfred Dreyfus del delito de traición-, se convirtió en un escándalo político que duró una década.
Francia se dividió entre dreyfusistas (liga de los Derechos del Hombre) que solicitaban al gobierno justi¬cia y verdad, y los antidreyfusistas (Liga de la Patria Francesa), defensores del Ejército y el honor nacional. Todo ello provocó que se radical izara el ambiente político francés e incluso el socialista Millerand formarse parte de un gobierno burgués (1899-1902). La derecha también se radical iza y en 1898 Charles Maurrás creó un partido nacionalista llamado Action Francaise, que fue un preceden¬te de la ideología fascista. Sin embargo, Francia conoció un período de prosperidad económica y cierta estabilidad política hasta 1914, fecha en que se inicia la Primera Gue¬rra Mundial.
La crisis del boulangerismo, provocada por los inten¬tos nacionalistas del general Boulanger, quien fue Ministro de Guerra entre 1886-87, dió el poder a los republicanos moderados. En estos años (1889-1898) se consolidó la IIIª República al romperse el aislamiento internacional a la que estaba sometida Francia por la Alemania de Bismarck.
Francia extendía su influencia colonial en África y Asia, en un intento de recuperar la moral nacional y el prestigio exterior, muy minados desde la derrota de Sedán y la pérdida de Alsacia-Lorena a favor de la nueva Alemania.
Hubo una evidente preocupación social de los gobiernos que se materializó en la fijación de la jornada laboral para las mujeres y niños en 1893 o la importante ley sobre accidentes laborales de 1898. Pero el hecho más importante fue el laicismo anticlerical republicano y la ins¬trumentación que de éste hacía la derecha.
Hay que tener en cuenta que la Tercera República Francesa no finalizó con el estallido de la Primera Guerra Mundial sino que continuó siendo la que dirigió la política francesa hasta 1940, cuando Hitler la derrotó en plena r Guerra Mundial. Duró pues, 69 años.
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3. EL IMPERIO AUSTRO-HÚNGARO
A. El IMPERIO Austriaco Y LA CREACIÓN OE LA MONARQUÍA DUAL
Desde la revolución de 1848 hasta 1916 este Imperio estuvo dirigido por Francisco José 1, que intentó mante¬ner un sistema conservador y autoritario. Los aspectos que caracterizaron su gobierno fueron:
l. El incremento del gasto en burocracia y policía, con el fin de impedir los movimientos liberales y nacionales de magiares, checos, polacos de Galitzia o eslavos del sur.
2. La situación de privilegio que alcanzó la Iglesia Católica, principalmente a partir del Concordato de 1855. Se le cedió el control de la enseñanza, se aumentaron los privilegios de los obispos y el Papa se podía comunicar con la jerarquía eclesiástica sin intervención de las autoridades laicas.
3. Finalmente, se impulsó el comercio, la industria y se mejoraron los transportes. El Imperio Austro-Húngaro se convertirá en una de las potencias económicas europeas a comienzos del siglo XX.
El principal problema existente era el de las nacio¬nalidades, en un Imperio que a comienzos de la Pri¬mera Guerra Mundial contaba con 52 millones de habi¬tantes. El emperador admitió el restablecimiento de las leyes y gobierno húngaras, con lo que a partir de 1867 se convirtió en una monarquía dual (el Imperio Austro-Húngaro) cuyo principal nexo de unión era el ") emperador de Austria y rey de Hungría.
A partir de las unificaciones de Italia y de Alemania, donde el imperio Austro-Húngaro había perdido influencia, la política exterior del Imperio Dual se caracterizó por su alianza con el Imperio Alemán y su expansión hacia los Balcanes con el objetivo de conso¬lidar un imperio danubiano-balcánico. Ello le llevó a una ¡
rivalidad continua con Rusia, agravada en 1908 cuando incorporó la provincia turca de Bosnia al Imperio, en contra de la opinión y de los intereses de Serbia y de Rusia, que firmarán una alianza frente a los dos imperios ¡ alemanes.
B. LA EXPANSIÓN ECONÓMICA EN El REINADO DE FRANCISCO JOSÉ
En vísperas de la I.a Guerra Mundial, el Imperio Austro-Húngaro era una de las grandes potencias mundiales. Ocupaba el cuarto lugar en Europa, después de Gran Bretaña,Alemania y Francia, con sectores económicos muy desarrollados rela¬cionados con el carbón, hierro, industria textil, química y eléctrica. Tenían una indus¬tria del automóvil autónoma y una red ferroviaria de las más importantes de Euro¬pa con forma radial a partir de Viena.
Los dos problemas fundamentales eran: la dependencia de la economía aus¬tro-húngara del capital extranjero y los fuertes desequilibrios regionales. Fue muy importante el Creditanstalt, banco para el comercio y la industria, fundado en
1855. La Bolsa de Viena, clave en Europa central, ponía de manifiesto la alianza eco¬nómica entre la aristocracia de cuna y la del dinero. El reino de Hungría (Trans¬leitania) se especializó en la producción agraria (trigo) y ganadera que no sólo per¬mitía hacer frente a las necesidades nacionales sino también a las exportaciones hacia el Imperio Alemán. En la explotación carbonífera destacó la cuenca de Mora¬via-Silesia; en la industria metalúrgica fueron famosas las fábricas de locomotoras de Viena, Gratz, Praga y Budapest. Bohemia, era una región industrial vital para el Imperio, destacando sus industrias de porcelana y vidrio.
También fueron importantes las industrias papeleras (materia prima fácil de obtener en los Alpes) y la textil de alta calidad.
Viena y Budapest fueron dos ciudades europeas muy importantes. La capital de Cisleitania (Viena) se convirtió en el centro europeo de la música y rivalizaba con las demás grandes capitales europeas en monumentalidad y servicios junto a París, Londres, Berlín y San Petersburgo. La unión de Buda y Pest convirtió a la capital de Hungría en una ciudad monumental con su Palacio Real y el Parlamento.
C. LA VIDA POLÍTICA EN El IMPERIO AUSTRO-HÚNGARO
A partir de 1867, Cisleitania (Austria) tuvo un Parlamento formado por dos Cámaras: la Herrenhaus o Cámara Alta integrada por aristócratas nombrados por el emperador y la Reichrat o Cámara Baja (Consejo del Imperio) formada por diputados elegidos por sufragio censual. No era totalmente un sistema parlamenta¬rio avanzado ya que el emperador nombraba como ministros y presidente del gobierno a personas "técnicas", más que a diputados del Reichsrat.
El reino de Hungría (Transleitania) tenía un verdadero régimen parlamentario, con un poder ejecutivo repartido entre la Corona y un gabinete de ministros que respondía ante el Parlamento Húngaro integrado por dos cámaras, la de los Mag¬nates (nobleza hereditaria y obispos) y la de los DiPutados, elegida por sufragio cen¬sual.
Las dos lenguas más difundidas fueron el alemán y húngaro aunque había leyes que reconocían a todos los grupos etnolingüísticos la completa igualdad.
Los dos Estados que constituían el Imperio Austro-Húngaro fueron autócto¬nos completamente en las cuestiones internas pero con un mismo Jefe de Esta¬do, Francisco José 1, Emperador de Austria y rey de Hungría, que controlaba el nom¬bramiento de una serie de ministros comunes a ambos para la defensa, asuntos exteriores y finanzas.
A. El REINO UNIDO: GRAN POTENCIA DEL SIGLO XIX
En 180I los tres reinos de las islas Británicas (Irlanda. Inglaterra y Escocia) adoptaron la denominación de Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda que, gracias a la revolución industrial, se convirtió en la primera potencia económica del mundo. Ya. desde tiempos de la reina Ana I (1702-1714) se denominaba Gran Bretaña (1707).
En 1837 se inicia el largo reinado de Victoria de Kent (1837-190 1) la etapa más brillante de la Historia de los bri¬tánicos. Se caracteriza en su primera etapa (1837-1873) por la gran prosperidad de su burguesía y. en un segundo período (1873-190 1). por la expansión imperialista que lle¬vó a la ampliación del Imperio británico que se convierte en la primera potencia política y económica del mundo.
La hegemonía mundial británica fue incuestionable hasta la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
B. LA LENTA DEMOCRATIZACIÓN
A lo largo del siglo XIX se produjo el tránsito de un Parlamento y un sistema político con vestigios del Antiguo Régimen, caracterizados respectivamente por el predominio de la nobleza y los enormes poderes del rey, a un sistema liberal que otorga mayor poder a la burguesía urbana y a los propietarios mediante el sufragio censitario. Sólo a fines del siglo se impuso el sufragio universal masculino y logrará el proletariado el derecho de voto. Esto se consiguió mediante sucesivas leyes o acts.
En 1832 con la Reform Act (Ley de Reforma) se suprimieron los burgos podridos y se produjo una redistribución de los escaños que satisfizo a la nueva bur¬guesía enriquecida gracias a la revolución industrial. Con esta ley 56 burgos podri¬dos, prácticamente deshabitados, perdían el derecho a enviar representantes al Par¬lamento y 32 debían ceder uno de sus escaños. Éstos representantes en la Cámara de los Comunes que pierden los burgos podridos se redistribuyeron entre las nue¬vas ciudades industriales, que desde entonces estarían presentes en el Parlamento a través de sus burgueses más influyentes, pues el sistema del liberalismo doctrina¬rio establecía el sufragio censitario en las elecciones.
Con esta reforma de 1832 se dio satisfacción a la burguesía enriquecida, pero quedaron marginados del sistema político la pequeña burguesía, el proletariado y gran parte del campesinado. Así pues los dos partidos políticos que se turnarán en el poder, el conservador o tory y el liberal o whig, sólo representarán a dos grupos sociales: la nobleza y la alta burguesía.
Tras el acceso de la gran burguesía al Parlamento, triunfan los intereses econó¬micos de comerciantes e industriales que logran que en 1846 el Parlamento aprue¬be las famosas anti-corn Laws (Leyes anticereales) que acaban con las tradi¬cionales leyes que protegían los cereales británicos frente a los procedentes del extranjero. La supresión de la política proteccionista por el librecambio o libertad de comercio favorece a la burguesía urbana y perjudica a los terratenientes rurales. Esta lucha política entre terratenientes agrarios y burguesía tuvo como consecuen¬cia una aceleración de las migraciones del campo a la ciudad y una venganza políti¬ca de los terratenientes conservadores que provocaron la caída del lider de su par¬tido, Robert Peel, el impulsor de las anti-corn laws.
A partir de 1865 se disputaron el poder las dos figuras más representativas de los partidos políticos británicos del siglo XIX: el conservador Benjamín Disraeli y el liberal William Gladstone y, ante el incremento de las revueltas sociales, no cabía otra solución que realizar nuevos cam¬bios políticos que quedan plasmados en una serie de leyes. La principal fue la reforma electoral de 1867 de Disra¬eli que amplió el número de votantes de un millón a 2'25 millones de electores, al reconocer el derecho de voto a los cabeza de familia residentes en las ciudades, a los licen¬ciados universitarios, médicos, profesores y clérigos, así como todos los arrendatarios que pagasen una renta anual igualo superior a cinco libras.
La nueva ley electoral de 1884, prácticamente implantaba el sufragio universal masculino pues únicamen¬te no podían votar aquellas personas que no tuvieran resi¬dencia fija, los que vivían en la casa paterna y los encarga¬dos del servicio doméstico. Al año siguiente la Redistribuction Act (Ley de redistribución) modifi¬caba el mapa electoral: frente al anterior reparto de esca¬ños por localidades se implanta el reparto según el núme¬ro de habitantes (un diputado por cada 50.000 electores).
El sufragio universal femenino no se conseguirá hasta principios del siglo XX, después de continuas luchas por los movimientos feministas de las sufragistas británi¬cas, entre las que destacaron Mrs. Pankhurst y sus hijas.
La Edad de Oro del victorianismo pleno (1850-1873), fue una etapa de una gran prosperidad, exagerado purita¬nismo y se practicó en política internacional el "espléndi¬do aislamiento" junto a una expansión imperialista que culminaría con la proclamación de la reina Victoria como emperatriz de la India, unos años más tarde.
La Gran Depresión (1873-1901) marca la última eta¬pa del reinado victoriano, cuando otras potencias europe¬as y extraeuropeas (Alemania y Estados Unidos) compiten con su dominio económico y Francia con el colonial.
C. EL PROBLEMA IRLANDÉS
Desde el siglo XII Irlanda fue tratada por la nobleza y la monarquía inglesa como si de una colonia se tratara. A partir del siglo XVI se establecieron en la Irlan¬da católica una minoría de ingleses anglicanos, especialmente en el norte de la isla, la única zona que participó del desarrollo económico derivado de la industria y del comercio. El resto de la isla siguió siendo rural y católica.
Junto a estos tres problemas, social, religioso y económico, existía en el siglo XIX un grave problema político: desde 1801 dejaron de tener un Parlamento propio y sus representantes se integraron en el parlamento de Westminster, pero "con la condición de que fueran de religión protestante", que sólo era profesada por un 15% de la población irlandesa. En estas condiciones, se puede considerar normal que naciera un movimiento nacionalista que desea lograr una mayor autonomía o inclu¬so la independencia. Daniel O'Connell (1775-1847) fundó en 1823 la Irish Catho¬/ic Association (Asociación Católica Irlandesa) con el objetivo de obtener el autogo¬bierno para Irlanda (Home Rule), pero sólo logró que la nueva ley electoral de 1829 suprimiera la discriminación que sufrían los católicos con la anterior ley.
En 1847 la economía irlandesa, basada en la agricultura, sufrió una grave crisis debido a la enfermedad de la patata, alimento básico en la isla, que produjo más de 700.000 muertes por hambre en ese año y una fuerte emigración hacia EE.UU. en la segunda mitad del siglo XIx. La población irlandesa se redujo a la mitad: 8'5 millones en 1845 y tan sólo 4 millones a comienzos del siglo Xx. Desde el exterior, estos emigrantes financiarán y dirigirán lo que ya podemos denominar movimientos independentistas, en especial la Sociedad Feniana, que comenzó en 1858 la lucha armada, mediante la preparación de atentados terroristas.
En 1875 Charles Stuart Parnell (1846-1891) obtuvo un escaño en la Cámara de los Comunes y, gracias a sus intervenciones, se convirtió en el líder del Partido Nacionalista Irlandés y de la Liga de la Tierra (1879), encargada ésta última de defender a los arrendatarios frente a los terratenientes.
Desde 1885, gracias a las reformas electorales de 1884-85, Parnell y el Partido Nacionalista Irlandés aumentaron su presencia en el Parlamento y los 86 dipu¬tados irlandeses se encontraron durante diez años con una Cámara en la que ni los conservadores ni los liberales tenían mayoría absoluta. Parnell decidió boicotear las decisiones del Parlamento con este argumento: "impediremos a los ingleses tratar sus asuntos ya que no quieren tratar los nuestros".
La situación en Irlanda siguió siendo explosiva y su solución, la independencia, sólo se llevará a cabo parcialmente (Irlanda del Norte seguirá siendo británica) des¬pués de la Iª Guerra Mundial.
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2. FRANCIA : DE LA IIª REPÚBLICA AL IMPERIO DE NAPOLEÓN IIIº.
La revolución de 1848 acabó con la monarquía de Luis Felipe de Orleans e implantó la 11 República francesa. Luis Napoleón Bonaparte fue elegido presidente de la República y de las ideas revolucionarias sólo mantuvo el principio democrático de elecciones mediante sufragio universal masculino. Su objetivo, como el de su tío Napo¬león 1, era hacer compatible las ideas más moderadas de la revolución con el triunfo del orden y lo hará de la misma forma, transformando la República en Imperio.
El 2 de diciembre de 1851, contando con el apoyo del ejército, disolvió la Asamblea y detuvo a 24.884 perso¬nas acusadas de intento de rebelión. Con este golpe de Estado refuerza su poder, que se verá confirmado cuan¬do el pueblo francés le diga que sí en los dos plebiscitos celebrados en 1851 y 1852. En ellos Napoleón prometía mantener el sufragio universal masculino y elaborar una nueva Constitución de corte autoritario, que le garantizó el poder durante diez años. Comenzaba, así, el 2.° Imperio.
B. El IMPERIO DE NAPOLEÓN IIIº (1852-1870)
La Constitución de 1852 concedió a Napoleón tan¬to el poder ejecutivo como el militar y el derecho de intervención en los otros poderes: nombramiento del Tri¬bunal Supremo de Justicia (poder judicial) y nominación del Consejo de Estado (poder legislativo). Este organismo propone las leyes que deben ser aprobadas por los miem¬bros del Cuerpo Legislativo, elegidos por sufragio univer¬sal masculino.
En la década de 1850 la actuación de Napoleón tiene como primer objetivo el mantenimiento del orden, aunque suponga un retroceso de las libertades. Para ello, refuerza la policía en las ciudades y las gendarmerías en las zonas rurales, potencia la vigilancia (sin censura) de la prensa y de las universidades, renueva la administración y firma una pacto con la Iglesia católica, convirtiéndose en el defensor del Papa y de sus Estados Pontificios.
Los éxitos en su política exterior se pusieron de manifiesto en dos conflictos: la Guerra de Crimea (1854¬- 1856), que convirtió a Napoleón 111 en árbitro de la políti¬ca internacional, y la guerra austropiamontesa de 1859, que concluye con el Tratado de Turín, firmado con Cavour, por el que Francia recibe de Piamonte los territorios de Sabo¬ya y Niza.
Pero su mayor éxito consistió en el gran desarrollo económico de Francia, que a partir de 1851 moderniza la agricultura e impulsa la industria, con lo que logra el apo¬yo del campesinado y de gran parte de la burguesía; por su parte, el proletariado urbano se muestra neutral mientras se beneficie del progreso económico y mantenga sus empleos. Rouher fue el ministro encargado de esta tarea desde 1855.
El Estado francés invierte en obras públicas, especial¬mente en la capital, París, en el extranjero y en el fomento de las inversiones en la agricultura, concediendo créditos a las agricultores a través del Crédit Foncier. El capital de las inversiones privadas procede de Bancos industriales como Banque de París o Crédit Mobilier de los hermanos Pereire, y de Bancos comerciales como Societé Générale de los Rothschild o Crédit Lyonnais de H. Germain.
La agricultura mejoró notablemente gracias al retro¬ceso del barbecho, al acondicionamiento de nuevos suelos de landas o pantanos para el cultivo, al abonado y la selec¬ción del ganado. Las regiones se especializaron y, como resultado, Francia dejó de padecer las crisis de subsisten¬cia. Quedaron excedentes para la exportación y se mejo¬ró la nutrición de los franceses.
La industria principal siguió siendo la textil, pero tanto la minera (hulla y hie¬rro de Lorena) como la siderúrgica tuvieron un gran crecimiento por la mayor demanda de estos productos por parte del ferrocarril y de las múltiples construc¬ciones públicas. Éstas se realizaron por empresas francesas que también actuaron en los países de la Europa Mediterránea, el imperio Turco y en el Austríaco.
El comercio interior se duplicó y el exterior se triplicó. El primero debido a la aparición en las ciudades de los mercados modernos (Les Halles), de los grandes almacenes (Lafayette) y los supermercados. El gran crecimiento del comercio exte¬rior se debió a varios factores: la difusión del telégrafo, las exposiciones internacio¬nales de 1855 y 1867, el acondicionamiento de sus puertos internacionales, la cons¬trucción del ferrocarril, las inversiones en el exterior y la política librecambista de los años sesenta. Como resultado Francia tuvo superávit en la balanza comercial hasta 1867.
En la década de 1860, frente al autoritarismo y la expansión de la década anterior, Napoleón adoptó ciertas medidas liberalizadoras como la concesión de amnistía a presos políticos, la legalización de las asociaciones obreras (sindicatos), reconocimientos del derecho de huelga y de algunas libertades. Estas medidas libe¬ralizadoras contrastan con los fracasos en su política exterior (derrota y fusila¬miento de Maximiliano I en México en 1867 que había sido apoyado por Francia y derrota frente a las tropas alemanas en Sedán* en 1870) que fueron acompañadas por una crisis económica muy fuerte entre 1866 y 1870 que incrementó el paro y el descontento social. Estos elementos negativos propiciaron la caída del Empera¬dor y la proclamación de la IIIª República.
C. LA IIIª REPÚBLICA DESDE 1871 A 1914.
La derrota de Sedán y las pérdidas territoriales de Alsacia y Lorena, que se integran en el nuevo Imperio ale¬mán, más las reparaciones de guerra que Francia debe pagar a Alemania hasta 1874 según lo firmado por ambos países en el Tratado de Francfort, crearon en Francia un fuerte sentimiento nacionalista antialemán, que se manten¬drá latente hasta que se luche en la Primera Guerra Mun¬dial (1914-1918)
Desde 1870 se renuevan en Francia los intentos revo¬lucionarios por parte del proletariado, que llegó a estable¬cer un gobierno revolucionario en la ciudad de París (la Comuna*) desde marzo hasta mayo de 1871, fecha en la que el presidente del gobierno francés, Adolphe Thiers, ordenó al ejército entrar en la capital y terminar total¬mente con los insurrectos: 20.000 personas fueron ejecu¬tados durante la llamada Semaine sanglante (semana san¬grienta).
Mucho se ha escrito sobre la Comuna. Marx y Bakunin, coetáneos de los hechos, valoraron positivamente el movi¬miento revolucionario cuyos objetivos eran salvaguardar la República y establecer reformas sociales en el marco de una organización de tipo prodhoniano.
Tras restablecer el orden, Thiers reanudó la actividad económica y adelantó el pago de la deuda a Alemania que fue cancelada en 1873, fecha en que será elegido Mc Mahon como presidente de la República. Hasta 1875 no se consolidó la 111 República porque la mayoría de los par¬lamentario elegidos eran monárquicos, pero la pequeña y mediana burguesía lograron hacer triunfar las ideas repu¬blicanas y su política de reformas: libertades de reunión, prensa, religión; ley del divorcio; enseñanza primaria gra¬tuita; anticlericalismo etc. Tanto los moderados (Gambetta, Jules Ferry) como los radicales (Clemenceau) reclamaban que el poder debía estar en manos del Parlamento y, en política exterior, defienden el imperialismo colonial en África y Asia.
A partir de 1894 se radicalizó la situación a partir del asesinato del Presidente Sadi Carnot que dio paso a la República Radical que conoció una de las crisis políticas más profundas del siglo con el famoso affaire (asunto) Dreyfus. La cuestión -motivada por la acusación al oficial judío Alfred Dreyfus del delito de traición-, se convirtió en un escándalo político que duró una década.
Francia se dividió entre dreyfusistas (liga de los Derechos del Hombre) que solicitaban al gobierno justi¬cia y verdad, y los antidreyfusistas (Liga de la Patria Francesa), defensores del Ejército y el honor nacional. Todo ello provocó que se radical izara el ambiente político francés e incluso el socialista Millerand formarse parte de un gobierno burgués (1899-1902). La derecha también se radical iza y en 1898 Charles Maurrás creó un partido nacionalista llamado Action Francaise, que fue un preceden¬te de la ideología fascista. Sin embargo, Francia conoció un período de prosperidad económica y cierta estabilidad política hasta 1914, fecha en que se inicia la Primera Gue¬rra Mundial.
La crisis del boulangerismo, provocada por los inten¬tos nacionalistas del general Boulanger, quien fue Ministro de Guerra entre 1886-87, dió el poder a los republicanos moderados. En estos años (1889-1898) se consolidó la IIIª República al romperse el aislamiento internacional a la que estaba sometida Francia por la Alemania de Bismarck.
Francia extendía su influencia colonial en África y Asia, en un intento de recuperar la moral nacional y el prestigio exterior, muy minados desde la derrota de Sedán y la pérdida de Alsacia-Lorena a favor de la nueva Alemania.
Hubo una evidente preocupación social de los gobiernos que se materializó en la fijación de la jornada laboral para las mujeres y niños en 1893 o la importante ley sobre accidentes laborales de 1898. Pero el hecho más importante fue el laicismo anticlerical republicano y la ins¬trumentación que de éste hacía la derecha.
Hay que tener en cuenta que la Tercera República Francesa no finalizó con el estallido de la Primera Guerra Mundial sino que continuó siendo la que dirigió la política francesa hasta 1940, cuando Hitler la derrotó en plena r Guerra Mundial. Duró pues, 69 años.
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3. EL IMPERIO AUSTRO-HÚNGARO
A. El IMPERIO Austriaco Y LA CREACIÓN OE LA MONARQUÍA DUAL
Desde la revolución de 1848 hasta 1916 este Imperio estuvo dirigido por Francisco José 1, que intentó mante¬ner un sistema conservador y autoritario. Los aspectos que caracterizaron su gobierno fueron:
l. El incremento del gasto en burocracia y policía, con el fin de impedir los movimientos liberales y nacionales de magiares, checos, polacos de Galitzia o eslavos del sur.
2. La situación de privilegio que alcanzó la Iglesia Católica, principalmente a partir del Concordato de 1855. Se le cedió el control de la enseñanza, se aumentaron los privilegios de los obispos y el Papa se podía comunicar con la jerarquía eclesiástica sin intervención de las autoridades laicas.
3. Finalmente, se impulsó el comercio, la industria y se mejoraron los transportes. El Imperio Austro-Húngaro se convertirá en una de las potencias económicas europeas a comienzos del siglo XX.
El principal problema existente era el de las nacio¬nalidades, en un Imperio que a comienzos de la Pri¬mera Guerra Mundial contaba con 52 millones de habi¬tantes. El emperador admitió el restablecimiento de las leyes y gobierno húngaras, con lo que a partir de 1867 se convirtió en una monarquía dual (el Imperio Austro-Húngaro) cuyo principal nexo de unión era el ") emperador de Austria y rey de Hungría.
A partir de las unificaciones de Italia y de Alemania, donde el imperio Austro-Húngaro había perdido influencia, la política exterior del Imperio Dual se caracterizó por su alianza con el Imperio Alemán y su expansión hacia los Balcanes con el objetivo de conso¬lidar un imperio danubiano-balcánico. Ello le llevó a una ¡
rivalidad continua con Rusia, agravada en 1908 cuando incorporó la provincia turca de Bosnia al Imperio, en contra de la opinión y de los intereses de Serbia y de Rusia, que firmarán una alianza frente a los dos imperios ¡ alemanes.
B. LA EXPANSIÓN ECONÓMICA EN El REINADO DE FRANCISCO JOSÉ
En vísperas de la I.a Guerra Mundial, el Imperio Austro-Húngaro era una de las grandes potencias mundiales. Ocupaba el cuarto lugar en Europa, después de Gran Bretaña,Alemania y Francia, con sectores económicos muy desarrollados rela¬cionados con el carbón, hierro, industria textil, química y eléctrica. Tenían una indus¬tria del automóvil autónoma y una red ferroviaria de las más importantes de Euro¬pa con forma radial a partir de Viena.
Los dos problemas fundamentales eran: la dependencia de la economía aus¬tro-húngara del capital extranjero y los fuertes desequilibrios regionales. Fue muy importante el Creditanstalt, banco para el comercio y la industria, fundado en
1855. La Bolsa de Viena, clave en Europa central, ponía de manifiesto la alianza eco¬nómica entre la aristocracia de cuna y la del dinero. El reino de Hungría (Trans¬leitania) se especializó en la producción agraria (trigo) y ganadera que no sólo per¬mitía hacer frente a las necesidades nacionales sino también a las exportaciones hacia el Imperio Alemán. En la explotación carbonífera destacó la cuenca de Mora¬via-Silesia; en la industria metalúrgica fueron famosas las fábricas de locomotoras de Viena, Gratz, Praga y Budapest. Bohemia, era una región industrial vital para el Imperio, destacando sus industrias de porcelana y vidrio.
También fueron importantes las industrias papeleras (materia prima fácil de obtener en los Alpes) y la textil de alta calidad.
Viena y Budapest fueron dos ciudades europeas muy importantes. La capital de Cisleitania (Viena) se convirtió en el centro europeo de la música y rivalizaba con las demás grandes capitales europeas en monumentalidad y servicios junto a París, Londres, Berlín y San Petersburgo. La unión de Buda y Pest convirtió a la capital de Hungría en una ciudad monumental con su Palacio Real y el Parlamento.
C. LA VIDA POLÍTICA EN El IMPERIO AUSTRO-HÚNGARO
A partir de 1867, Cisleitania (Austria) tuvo un Parlamento formado por dos Cámaras: la Herrenhaus o Cámara Alta integrada por aristócratas nombrados por el emperador y la Reichrat o Cámara Baja (Consejo del Imperio) formada por diputados elegidos por sufragio censual. No era totalmente un sistema parlamenta¬rio avanzado ya que el emperador nombraba como ministros y presidente del gobierno a personas "técnicas", más que a diputados del Reichsrat.
El reino de Hungría (Transleitania) tenía un verdadero régimen parlamentario, con un poder ejecutivo repartido entre la Corona y un gabinete de ministros que respondía ante el Parlamento Húngaro integrado por dos cámaras, la de los Mag¬nates (nobleza hereditaria y obispos) y la de los DiPutados, elegida por sufragio cen¬sual.
Las dos lenguas más difundidas fueron el alemán y húngaro aunque había leyes que reconocían a todos los grupos etnolingüísticos la completa igualdad.
Los dos Estados que constituían el Imperio Austro-Húngaro fueron autócto¬nos completamente en las cuestiones internas pero con un mismo Jefe de Esta¬do, Francisco José 1, Emperador de Austria y rey de Hungría, que controlaba el nom¬bramiento de una serie de ministros comunes a ambos para la defensa, asuntos exteriores y finanzas.
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