LA HISTORIA ES ESQUIVA A LA RAZON DE LOS HOMBRES

LA VERDAD PURA Y SIMPLE, RARA VEZ ES PURA Y NUNCA ES SIMPLE

domingo, 28 de marzo de 2010


Visita del Kaiser a Tamger 1905

Guillermo II en el inicio de su reinado.

El cañonero Panther decisivo en la crisis de 1911.
Las crisis marroquíes
La primera crisis marroquí (1904-1906)
Estalló por la pretensión francesa de crear un protectorado en Marruecos a lo que se opusieron Alemania y España, que también tenían intereses en la zona.
Alemania vió la oportunidad de frenar la expansión colonial francesa y obtener para sí ganancias territoriales. Por su parte Inglaterra transigió con las aspiraciones de Francia a cambio de la renuncia de ésta a intervenir en Egipto, en tanto que España obtuvo el visto bueno francés para actuar en una pequeña parte del territorio marroquí. Pero Alemania se erigió en garante de la independencia de los gobiernos locales frente a las pretensiones imperialistas francesas, originando fuertes desavenencias.
En marzo de 1905 el emperador Guillermo II visitó la ciudad marroquí de Tánger. El hecho elevó hasta su cénit la tensión entre germanos y franceses, que a punto estuvieron de enzarzarse en una guerra.

En 1906 se celebró la Conferencia de Algeciras. En ella participaron numerosas potencias y se logró aliviar transitoriamente el riesgo de conflicto. Se admitió la formal independencia de Marruecos bajo la soberanía del sultán Muley Hafiz, pero en realidad el territorio se mantuvo bajo la tutela francesa. En correspondencia se permitíó el libre comercio a todas las potencias. España consiguió mantener sus aspiraciones sobre norte de la cordillera del Rif y organizó formalmente el área como protectorado en 1912; Francia lo había hecho poco antes con sus territorios.
La primera crisis marroquí desató las alarmas ante un posible conflicto internacional ya que en 1904 Francia y Reino Unido habían suscrito un pacto, la “Entente Cordiale”, ampliado en 1907 con la incorporación de Rusia (Triple Entente). Un conflicto entre Francia y Alemania hubiese supuesto una guerra de proporciones incalculables.
La segunda crisis marroquí (1911)
Se originó tras la acusación efectuada por Alemania de que Francia había trasgredido el Acta de Algeciras.

El envío de un buque de guerra germano (el Panther) al puerto de Agadir como medida de presión para hacer valer sus exigencias territoriales, desencadenó una segunda crisis internacional.
Francia, apoyada por Gran Bretaña, se doblegó finalmente a las pretensiones germanas, cediendo parte del Congo a cambio de gozar de total libertad de acción en Marruecos.
La segunda crisis marroquí exacerbó los ánimos nacionalistas de franceses y alemanes y despejó el camino hacia la guerra.





DESARROLLO DE LA POLITICA EXTERIOR NORTEAMERICANA.
BASES PARA LA POLÍTICA DEL BIG STICK
La Doctrina Monroe, si bien no constituía una ideología completamente imperialista, fue la iniciadora de las funestas doctrinas imperiales estadounidenses, y fue la que cimentó teóricamente el proyecto de dominación imperial estadounidense que aun contenía.
La fase que seria continuadora a la doctrina Monroe en la consolidación imperial de los Estados Unidos constituyó el Destino Manifiesto, frase que apareció por primera vez en un artículo de la revista Democratic Review de Nueva York, de John L. O’Sullivan, en 1845. En su artículo, O’Sullivan explicaba las razones de la necesaria expansión territorial de los Estados Unidos. escribió: "el cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia para el desarrollo del gran experimento de libertady autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierranecesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino"
Esta doctrina del Destino Manifiesto incentivo la convicción de la existencia de una característica especial de los estadounidenses en el mundo, colocándolos como los aptos para llevar al mundo sus valores. Difundió que la "misión" que Dios eligió para al pueblo estadounidense era la de explorar y conquistar nuevas tierras, con el fin de llevar a todos los rincones de Norteamérica la "luz" de la democracia, la libertad y la civilización."
Bajo esta doctrina los Estados Unidos arrebatan a México: Texas (independiente 1840) y California en 1845, e invaden este país en 1847 hasta arrebatarle Colorado, Arizona y Nuevo México, y se apoderan asimismo de Nevada, Utah y parte de Wyoming.. Esta doctrina les hace intervenir múltiples veces en Centroamérica, imponiendo asi la apropiación de Gran Bretaña de Belice,. Y destruyendo así en poco tiempo las ideas de la Unión Centroamericana.
Ya en los finales del siglo XIX y con su Destino Manifiesto los Estados Unidos eran un pais cuyo territorio abarcaba de la costa americana del océano Atlántico a las playas del Pacífico. Había expandido su poderío al continente asiático, donde se apropió de las Filipinas tras la guerra Hispano-norteamericana, y se convirtió en una potencia colonial en el Caribe. Obtuvo las islas de Hawai* y la península de Alaska. En Centroamérica, ejerció enorme poder político y económico en la región, Mediante el Tratado Hay-Bunau Varilla por el que cercenan la provincia de Panamá a Colombia, fraguan una independencia espúrea y ceden la zona sobre la que se construirá el Canal que, al que el General Omar Torrijos, dijera : "será como un puñal clavado en el corazón de la dignidad del pueblo panameño." Cuestión que se manifestarían casi 90 años después en su intervención a Panamá para derrocar al General Noriega.
"Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la America de miserias en nombre de la libertad " Simon Bolivar, Carta a Campbell
Pronto esta doctrina cuasi-interna daría cabida a un paso mas importante dentro del pensamiento imperialista estadounidense, que seria su fase Intervencionista, mediante esta fase el destino manifiesto volvería a sus raíces en Monroe que se convertiría en América para los Estadounidenses.
Pronto para 1904 el presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, uniendo el Destino Manifiesto y la doctrina Monroe, sin ningún escrúpulo proclamaba el «derecho» de Estados Unidos a ejercer en América Latina funciones de "policía internacional y a interferirse en los asuntos internos de los países de América"
Repitiendo a Monroe, y completando su doctrina intervencionista en el mensaje anual de 1904 el Presidente Teodoro Roosevelt afirmaba:
"Si una nación demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las conveniencias en materiasocial y política, si mantiene el orden y respeta sus obligaciones, no tiene porque temer una intervención de los Estados Unidos. La injusticia crónica o la importancia que resultan de un relajamiento general de las reglas de una sociedad civilizada pueden exigir a fin de cuentas, en América o fuera de ella, la intervención de una nación civilizada y, en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la doctrina de Monroe puede obligar a los Estados Unidos, aunque en contra de sus deseos, en casos flagrantes de injusticia o de impotencia, a ejercer un poder de policía internacional".
El Corolario "Rossevelt" da luz verde a la política estadounidense de intervencion armada directa sobre todas las naciones latinoamericanas, y su primer objetivo es el Caribe, donde intervienen a las únicas naciones independientes para la fecha República Dominicana (1903), Panamá (1903), Honduras (1905), Cuba (1906), Honduras(1906), Nicaragua (1910), Nicaragua (1910), Honduras (1912), México (1913), Haití (1914), México (1914), Rep. Dominicana (1914), México (1916), Panamá (1918)Mexico (1918), México (1919), Honduras (1919), Panamá (1921), Honduras (1924), Honduras (1925), Panamá (1925), Nicaragua (1927, 1928).

18/01/08
RAISULI, GRANDEZA Y MISERIA.
Abdellatif Bouziane/ Tangerexpress

Fotograma de: (The Wind and the Lion) El Viento y el León, película sobre Raisuli.

(Muley Ahmed Ibn Muhammad Ibn Abdallah al-Raisuli; Zinat, 1875 - Tánger, 1925) Famoso jefe marroquí y líder de una partida de bandidos que puso en jaque a la autoridad del protectorado español en Marruecos y al propio emir alauita.
Descendiente del famoso santón musulmán Muley Abd es-Selam, Raisuli pertenecía a la nobleza jerifiana, aunque su familia era bastante pobre. Fue un personaje que supo conjugar el espíritu medieval de los guerreros musulmanes con su actividad como bandido fuera de la ley y contrario a la autoridad del emir. Desde muy joven, Raisuli abandonó los libros y una carrera como cadí prometedora para dedicarse a una vida llena de aventurar, donde alcanzó rápidamente fama de hombre terrible y aglutinó bajo sus órdenes a todos los bandidos de la región.
Durante treinta largos años, Raisuli sembró el terror en las regiones de Tánger y Tetuán e hizo fortuna exigiendo rescate a las tribus de las montañas y a las colonias de europeos asentadas en las ciudades costeras. Este hecho motivó que el emir pusiera precio a su cabeza. Una vez que fue apresado, Raisuli fue conducido a la cárcel de Mogador (actual Essaouira), en la que permaneció cinco años hasta que logró fugarse en compañía de doce compañeros con los que volvió a dedicarse a su antigua actividad de bandido.
De vuelta en la cárcel, el nuevo emir Abd al-Aziz le puso en libertad a cambio de que éste colaborase con su gobierno, pero Raisuli, una vez recobrada la libertad, se negó en redondo a semejante posibilidad.
Como consecuencia de su decisiva participación, en el año 1907, en el movimiento antieuropeo que acabó con el reinado de Abd al-Aziz y puso en el trono a su hermano Muley Hassan, éste le concedió el título de pachá de Arcila (Asilah) y de varias cabilas de la zona.
Cuentan que hace cosa de un siglo El Raisuli, señor de los beréberes del Rif, le escribió al presidente de los Estados Unidos Theodore Roosevelt algo como esto: «Usted es el viento y yo soy el león. Yo soy el león y tengo que quedarme en mi sitio. Usted es el viento y no sabe cuál es el suyo». Por eso siempre me imagino a El Raisuli como un hombre poderoso y valiente.
Ahmad ibn Muhammad al-Raysuni o al-Raisuni o Raisuli (1875-1925) era su nombre completo. Descendiente del Profeta Mohamed, nació en Zinat, alrededores de Tánger. Era alto y guapo, pero poco inteligente si he de ser sincero. Es conocido mundialmente como “El León del montañas”, aunque los españoles le llamaban el Caudillo marroquí. Fue el cabecilla berebere. Se hizo internacionalmente famoso por los secuestros de Walter Harris, corresponsal del diario London Times en Tánger, del ciudadano norteamericano Ion Perdicarus (1904), y del coronel de la guardia del sultán sir Harry Maclean (1907), por las cuales exigió altísimos rescates. En 1920 se unió al movimiento rebelde de Abd-el-Krim, pero luego rompió con él y se sometió a España a la que facilitó la ocupación de Asilah y Larache, debido a lo cual parece que El Raisuli hasta colaboró y pactó con los españoles en la Guerra de Marruecos. Aliado y enemigo de España. Complejo personaje, figura controvertida hasta en su propio país, nunca se le han reconocido ni siquiera sus esfuerzos por mantener a Marruecos fuera del dominio de los extranjeros.
Es innegable que El Raisuli utilizó métodos que muchos consideran propios de un bandido. Llegó a secuestrar a extranjeros para recibir cuantiosos rescates, base de su inmensa fortuna. Estaba dotado de una ambición desmedida, tanto por la riqueza personal, como por la consideración, casi sagrada, que creía merecer por su origen cherifiano (Descendiente del Profeta), de ahí que ejerciera su poder de manera feudal e inclemente, lo que le valió la enemistad de muchas cabilas. Pero, ante todo, era un patriota, a su manera, que supo manejar con habilidad la torpeza de los mediocres dirigentes políticos españoles en beneficio de una independencia que, por desgracia, no pudo lograr en vida. No dudó en escribir al presidente norteamericano Wilson, después de la primera Gran Guerra, solicitando su ayuda para que Marruecos fuera independiente. Su negativa a pactar con Abdelkrim frente a España le costaría el cautiverio en manos del rifeño y, posteriormente, la muerte.
EL VIENTO Y EL LEON.

1. Ficha técnica.
2. Sipnosis.
3. El director.
4. Contexto temporal.
5. Cuestiones.
a. Explicar los puntos fundamentales del periodo de Entreguerras.
b. Características de los personajes y de la época reflejada:
i. Actitud del gobierno italiano .
ii. Situación del sultán de Marruecos en el momento de producirse los hechos.
iii. Explicar Las característica de la política exterior conocida como el palo en alto (Big Stick).
c. Características reflejadas en la conflictividad entre los personajes durante la película, atendiendo a las características reflejadas de la época.
i. Explicar la personalidad y actitud de El Raisuli.
ii. Explicar la actitud y personalidad de Theodore Roosevelt.
d. Exponer las principales pautas del conflicto mostrado.
e. Citar ejemplos aparecidos en la película de situaciones que concuerden con los hechos del periodo estudiado..
6. Opinión personal.
a. Valoración de la película basándose en la ambientación histórica, la música, la fotografía, etc.
b. Opinión critica personal razonada poniendo de relieve el interés, la amenidad, la claridad o confusión del tema tratado, la valoración como fuente histórica, y la valoración personal.

GUERRA EN ZULULAND

LA OPORTUNA GUERRA COLONIAL.
La guerra zulú de 1879, es con toda probabilidad, uno de los mejores ejemplos de cierto modelo de expansión colonial del s. XIX: la propiciada desde una colonia contigua a la que se quiere conquistar. Frente a los escrúpulos o intereses de la metrópoli, sectores de opinión, presión y poder económico y político de la colonia, ponen en marcha una serie de iniciativas destinadas a crear una tensión bélica en los pueblos circundantes. A esta presión, en la mayoría de las ocasiones, responden los pueblos limítrofes con gestos de hostilidad declarada ante las presiones e intrusiones. A partir de aquí, solo es necesario continuar con el desarrollo de gestos, medidas de presión, y, manifestaciones de fuerza para que surja el chispazo bélico. Cuestión de tiempo es que surjan los primeros incidentes fronterizos. Ya sólo queda iniciar las primeras operaciones bélicas, acompañadas del pertinente comunicado a la metrópoli sobre la agresión de los pueblos indígenas fronterizos, con la consabida petición de refuerzos militares. A partir de aquí, la guerra esta servida y puede comenzar la expansión.
Los orígenes de la guerra zulú de 1879 se asientan en la penetración en la zona de una colonia de población blanca a lo largo del s. XVII. Los colonos europeos llegados a el Cabo de Buena Esperanza por aquellas fechas, eran de origen holandés. Su asentamiento comienza en las pequeñas factorías de la costa, dedicadas al comercio con los pueblos indígenas de la costa, a la par que dichas factorías desempeñan el inevitable asentamiento estratégico en una zona que sirve de gozne para la vertebración de las rutas comerciales camino de la India y el sudeste asiático.
En los albores del s.XIX, dentro de la dinámica de las guerras de la Revolución y el Imperio, la derrota de los holandeses en Europa, propicia a partir de 1794, la presencia de buques franceses en las citadas factorías. La presencia de unidades navales en la vital ruta de comunicación con la India no busca otra cosa que amenazar las sensibles arterias del comercio británico con la India. La reacción británica no se hizo esperar. En 1795, una operación anfibia ocupa el Cabo de Buena Esperanza para proteger las rutas comerciales y desalojar la presencia francesa de la zona y de una ulterior acción en la India.
En el tratado de Amiens (1801), la zona fue devuelta a manos holandesas. Sin embargo, la permanencia de los holandeses sería breve. Cuando en 1806, Holanda se alinee con Napoleón, Gran Bretaña no vacilará en ocupar la colonia de El Cabo a perpetuidad, asegurándose la ruta mas directa a su colonial continental de la India. Se asiste pues ala creación de una colonia de soberanía británica con población blanca holandesa. El caso de la población indígena el cambio no será percibido pues a fin de cuentas la supremacía del hombre blanco estará asegurada.
Inicialmente, la colonia africana se comporta mas bien como un puesto estratégico anclado en la costa que como una colonia de población. El interés británico por adentrarse en el continente no pasa de ser testimonial. Pero si la metrópoli se contentaba con mantener el status quo no ocurría así con sus colonos blancos, los Borres. Si bien no podemos percibir un sentimiento insurreccional por parte de los antaño ciudadanos holandeses, si es manifiesto el deseo de alejarse de la tutela británica. El único medio es penetrar en las tierras del interés para eludir el control británico.
Con el tiempo, en las dos primeras décadas tras el asentamiento británico en el vital punto geoestratégico británico, los conflictos con las tribus de la zona, los Kaffir, no tardaron en producirse. Bien es cierto que los primeros roces, entre las décadas de 1820 y 1820, no surgieron con las autoridades coloniales británicas sino con los intentos de penetración en sus territorios por parte de los Borres. Sea como fuere, los ataques a la colonia se intensificaron obligando a los británicos a desencadenar uan serie de operaciones militares preventivas para asegurar la zona, construyendo una red de fuertes en la frontera.
Es a partir de 1820, cuando la autoridad metropolitana habida cuenta de la conflictividad inherente representada por los Borres, pone en marcha una política de atracción de población blanca desde la metrópoli hacia la colonia. El crecimiento de esta colonia de extracción británica fue lento, llegando a contabilizarse en la ciudad de Durban, en torno a 1834, unos sesenta colonos británicos.
Entretanto entre las etnias de la zona, los Kaffir comenzaron a alterarse el equilibrio mantenido hasta entonces. Pueblos de etnia bantú, levaban realizando desplazamientos migratorios hacia el este y sur de África a lo largo de varios siglos. Este movimiento se vio obstaculizado en un primer momento por los Borres, que los habían mantenido a raya durante siglos mediante una política de acoso y segregación, al considerarles poco menos que animales. Sin embargo, los acontecimientos vinieron a demostrarse que la ya espinosa situación era susceptible de empeorar. En un momento dado, los Kaffir sufrieron una nueva presión, en este caso de otra etnia bantú mas agresiva: los zulúes.
La historia del ascenso de los Zulúes esta teñida en la leyenda propia de las epopeyas de un pueblo fortalecido por la presencia de un líder carismático y unificador: Shaka. El nuevo monarca pasará a la historia como el innovador revolucionario en el arte de la guerra tal y como se desarrollaba por aquél entonces entre las tribus seudo neolíticas de la zona. La historia del pueblo zulú bajo Shaka y sus sucesores esta marcada por una serie de campañas militares agresivas sobre sus vecinos con la finalidad de la unificación por la absorción violenta y sin concesiones sobre sus vecinos. Basada en el concepto de fortaleza por el aumento demográfico y de recursos económicos y territorio, se configura una nación de guerreros que comienza a inquietar a la colonia anglo holandesa de EL Cabo.
Las campañas de Shaka y su sucesor y hermanastro Dingane, subido al trono tras el asesinato del carismático monarca, no supusieron en un primer momento una actitud hostil hacia los británicos. Muy al contrario, desarrollando una política de amistoso comercio se posicionaron en una amistosa vecindad por el momento.
Sin embargo, pronto surgieron los terceros en discordia. Los Borres. La iniciativa legislativa británica de 1807, concediendo la igualdad racial a todos los habitantes de la colonia fue el mas genuino incentivo para la emigración hacia las tierras del interior. Dentro de la tradición boer, la emigración protagonizada en 1835 será conocida como el “Great Trek”, la gran migración hacia el norte. Epopeya típica de la marcha hacia el oeste de los estadounidenses, el avance se realizo a costa de constantes guerras de exterminio y reducción a la condición de esclavos de las tribus Basuto y Matabele.
El éxito acompaño a los Boers que establecieron en el interior el Estado libre de Orange y el Transvaal, colindante con las fronteras del país Zulú que comenzó a ser conocido como Zululandia.
Pero el éxito distó mucho de ser el paliativo necesario que calmase la ambición de los Boers. Muy al contrario, disparó las apetencias de mas territorios a la vista de las victorias sobre basutos y matabeles. Sin embargo, en esta ocasión fallaron las previsiones. Al mando de la cuestionable personalidad aventurera de Piet Retief, los Boers fijaron su mirada en Natal, territorio bajo el control zulú. Retief exigió sin muchos miramientos al rey Dingane territorios para establecer una nueva colonia, bajo el encantador pretexto de desencadenar una guerra por parte de los blancos si no accedía. Inicialmente, Dingane acepto, aunque por su propio carácter de regicida filial, su consentimiento no parecía ofrecer garantías de seguridad en tiempos futuros.
El precio exigido por Dingane fue que los hombres de Retief recuperase una manada zulu apropiada por los basutos sin muchas ceremonias. Cierto es que Retief tampoco tuvo escrúpulos de conciencia ante el requerimiento del zulú. El dicharachero Retief desencadenó una campaña de terror sobre los basutos, recuperando en primera instancia el ganado, y dedicándose a continuación a masacrar a todo basuto a su alcance. Tras la razzia de terror, hizo acto de presencia en el Kraal de Dingane con el ganado prometido y reclamando el territorio objeto del trato. Cara a cara Retief y Dingane, parece ser que el único acuerdo existente entre ellos, habida cuenta del encantador carácter de ambos personajes, fue el de entablar una áspera discusión de la que se paso a la masacre de Retief y los suyos, en torno a unos 60 hombres. Finalmente, con Retief muerto, los zulúes con su sed de sangre despierta por el espectáculo del Kraal, comenzó una guerra contra los Boers.
Los regimientos zulúes se pusieron en marcha hacia los asentamientos boers en el sur. Siguiendo el acostumbrado modus operandi zulú, se produjo una marcha hacia los territorios boers dejando un reguero de sangre y fuego donde se incluyeron mujeres, ancianos y niños. El ataque sobre la frontera despertó la alarma de los colonos en Durban, que a falta de otros medios procedieron a reclutar tropas nativas entre los basutos. El improvisado ejercito de tropas basutas nativas y de todos aquellos blancos de los que se pudo encontrar termino en una masacre ante la improvisación de unos y la profesionalidad de otros. Capitulo siguiente a la matanza de este otro contingente blanco, fue el avance de los guerreros de Dingane hacia el interior del territorio blanco. Nuevamente se repitió el guión, llegada a Durban y saqueo, destrucción y muerte hasta los cimientos. La profundidad que estaba alcanzando la incursión de Dingane llevó a tomar carta en el asunto a las autoridades británicas de El Cabo.
Sinceramente, para los británicos los acontecimientos estaban tomando un rumbo molesto y desagradable. En ningún momento habían estado satisfechos con la actitud de los Boers. Su afamado y mítico Great Treak solo habian conseguido un alarmante enarcamiento de cejas, muy británico por cierto, pero nada mas. A fin de cuentas, la prepotente actitud de los Boers únicamente estaba siendo un quebradero de cabeza para Londres. Los acuerdos con los zulúes habían buscado la tranquilidad y estabilidad en la región, y ahora en cambio, los Boers habían conseguido hundir una molesta estaca en la colmena de Dingane, que había respondido lanzando a sus guerreros a una campaña de destrucción contra los Boers, que para colmo de males, estaba llevando la guerra alas fronteras británicas, y poniendo en vengativa sed de sangre a la restante población Boer.
En un intento de echar hielo a la situación, desde Londres se decretó un embargo de armas hacia la colonia, buscando impedir que los ofendidos Boers se armasen hasta los dientes, si bien se acordó el envío de tropas hacia la colonia para que operasen a modo de fuerza de interposición, buscando que la situación discurriese por el mejor orden británico que fuese posible. Sin embargo, los acontecimientos en la colonia discurrían con mayor rapidez que el pausado ritmo de las riberas del Támesis.
Los Boers, demostrando que sus condiciones de sereno análisis no pasaban por soportar levantamientos de tribus a las que consideraban inferiores en todos los sentidos, se preparaban para ejecutar unas represalias dentro de los mejores cánones de la venganza bíblica. Se preparó una expedición de castigo al mando de otro de los míticos próceres de la nación Boer, Andreas Pretorius – insigne patricio que por méritos propios habría de ver su nombre como capital de la nación-, organizó una expedición donde no falto ninguno de los medios bélicos en boga por aquellos días, artillería incluida. En esta ocasión, la ventaja cayo del lado Boer que consiguieron uno de los mayores éxitos de la ciencia militar: escoger el campo de batalla. Adentrándose en territorio zulú, consiguieron que los hombres de Dingane les atacasen en Blood River. Allí, parapetados los Boers en un cuadrilátero de carretas, al cual habían de llegar las columnas zulúes atravesando el río, en número de 500 resistieron la carga de 12.000 zulúes. La batalla de Blood River demostró la superioridad del armamento moderno en manos de una minoría perfectamente atrincherado contra una masa desproporcionada de atacante con armamento neolítico. En Blood River la proporción a favor del Ejército Zulú era de 24 a 1, que no impidió que tras dos horas, mas o menos, de combate, los zulúes se retirasen dejado mas de 3.000 guerreros sobre el campo de batalla. De nada pudo el consuetudinario valor zulú y sus cargas en masa frente a los fusiles de repeticiñon y la artillería Boer. Sin embargo, la lección táctica Boer de cómo ganar las batallas a los zulúes no sería aprendida en un futuro cercano por los británicos.
La victoria de Pretorius consolidó la presencia Boer en la zona con la creación de una nueva ciudad conocida con el nombre de Pietermaritzburg. A Londres no le quedo otra que aceptar los hechos consumados: la consolidación Boer en Natal y Durban y la esperanza de que los inquietos colonos holandeses no volviesen a las andadas. En el caso de Dingane, la sangría de Blood River le convenció sobre la necesidad de firmar una paz de circunstancias con los británicos.
Si bien es cierto que ambas partes, zulúes y británicos, no albergaban muchas esperanzas sobre los Boers, la esperanza es lo último que se pierde. Aunque esta no tardó en desaparecer del horizonte africano.
Al poco tiempo los Boers demostraron que genipo y figura, etc., etc., pues a la altura de 1840, la injerencia en territorio zulú por parte de los recalcitrantes holandeses se había convertido en afición. Por aquellas fechas, los contactos Boers les llevaron a intrigar en la política interna del reino zulú. Apoyando a Mpande, hermanastro de Dingane, en su aspiración al trono – costumbre familiar de la casa zulú de terminar los reinados con la eliminación familiar del titular de la Corona- penetraron en el reino para coaligarse con el disidente hermanastro que aportó unos 17.000 partidarios. A todo ello sin notificar a Londres la excursión a Zululand.
El proyecto triunfo tanto para Mpande como para los Boers. Dingane fue depuesto y convenientemente ejecutado. El generoso agradecimiento-pago del nuevo monarca se concretó en un trato de oaz y amistad que concedía a los Boers la totalidad del territorio de Natal, 3.000 cabezas de ganado y 1.000 guerreros zulúes en calidad de tropas auxiliares. Sin embargo, para la sensibilidad Boer, mantener a 1.000 guerreros cerca no tranquilizaba su sentido racial, por lo cual, ni cortos ni perezosos, los degradaron a la categoría de esclavos, situación que les tranquilizaba anímicamente.
En realidad, todo el entramado diplomático Boer-Zulú no era otra cosa que una tregua disfrazada. Durante los dos siguientes años, se representó el civilizado papel de armoniosa vecindad sin mucho convencimiento por ambas partes, sin tener en cuenta al verdadero poder de la colonia, Londres, discretamente retirado al olvido.
En Londres, las excursiones Boer no habían sino alentado la certeza de que la propensión de los díscolos súbditos holandeses comenzaban a convertirse en algo mas que un dolor de cabeza. Haber promovido dos guerras de agresión en la frontera, y encima haberlas ganado, teniendo en cuneta la idiosincrasia de tales súbditos hacía a los británicos temerse lo peor. Por ello, se decidió aumentar el control sobre los sucesos de la colonia.
Las ásperas informaciones sobre el comportamiento Boer hacia los nativos comenzaron a levantar un sentimiento de puritana indignación tan de modo en la victoriana metrópoli. La actitud Boer comenzó a chocar frontalmente contra las leyes británicas sobre la esclavitud. Las informaciones sobre trato cruel y salvaje por parte de los Boer contra Basutos , Bantues y Zulúes, desencadenaron un enconado debate sobre el concepto de libertad de unos colonos sujetos a las leyes británicos, que no tenían reparo alguno en convertirlas en papel mojado.
Institucionalmente, las informaciones sobre la gestión administrativa Boer dibujan un cuadro caótico, poniendo en serio riesgo la estabilidad de la zona en todos los órdenes. A ello vino a unirse las noticias sobre otra expedición de saqueo, castigo y depredación contra los Bantués para conseguir nuevos esclavos. El conjunto de todas estas desagradables noticias decidió al gobierno británico a reforzar militarmente su presencia en la zona. En agosto de 1842, fue enviado a la zona el 27 regimiento a Durban. Los Boer, ni cortos ni perezosos, sometieron a la unidad a un bloqueo encubierto durante tres semanas, que puede denominarse de cualquier forma menos de encubierto.
El guante fue recogido por Londres, enviando refuerzos y planteando a los díscolos súbitos la disyuntiva de acatar la pax británica o buscar nuevas tierras. Para los Boer le respuesta fue taxativa. Abandonaron
Natal hacia el Norte, creando las repúblicas independientes de Orange y Transvaal entre 1847 y 1852.
La política de hechos consumados Boer dejó al gobierno de Londres las manos libres `para consolidar su dominio sobre la zona de Durban y Natal. La política de repoblación británica impulso el asentamiento de unos 5.000 ciudadanos británicos, reforzada con las presencia de mas de 150.000 Kaffirs, verdadera emigración de pánico frente a la política racista de las repúblicas Boer.
Por aquellas fechas, los zulúes bajo el satisfecho Mpande habían hecho honor al tratado firmado con los británicos. De puertas a dentro, la política interna del reino siguió con su conspicua tradición a la hora de ocupar el trono. Un hijo de Mpande, Cetshwayo encabezo la guerra civil en contra de su hermano para asegurarse la sucesión al trono. Su victoria le llevó a cimentar su poder, y asegurándose los contactos diplomáticos necesarios con los británicos para asegurarse la tranquilidad exterior en el momento de su reinado. Sin embargo, decidió jugar con fuego. Intentando utilizar las tirantes relaciones anglo-boer en su provecho entablo relaciones oficiosas con los Boer.
En un primer momento, pareció poder manejar ambos poderes blancos en la zona bajo el lema “Divide y vencerás”. En 1872, a la muerte de Mpande, Cetshwayo subió al trono, consiguiendo que el gobernador británico de la colonia de El Cabo- nervio político de la presencia británica en la zona-, sir Teophilus Shepstone, acudiese a su coronación y procediese a reconocerle rey de la nación zulú en nombre de la reina Victoria. Hasta el momento, Cetshwayo aparecía firmemente asentado en el trono con la aquiescencia de la autoridad imperial de la zona. Miel sobre hojuelas.
Considerar a Caetshwayo un ingenuo reyezuelo africano distaba mucho de ser cierto. Consciente de la peligrosidad de sus vecinos Boer, a los que profesaba un entrañable odio, era consciente de la necesidad de reforzar su reino. Por otra parte, la llamada de la sangre de un monarca de una nación guerrera imbuida de las tradiciones expansionistas del mítico Shaka, era una herencia que en modo alguno podía pasar por alto.
Las tradiciones militares zulúes y sus vivencias les impelían inexorablemente a mantener el culto a la guerra y a la expansión. Y todo rey zulú que se tuviese por tal no podía dar la espalda a semejante realidad. La sociedad resultante de estas tradiciones era, sencillamente, explosiva. Los jóvenes zulúes entraban a formar parte de una sociedad regimental una vez acreditada su mayoría de edad entre los 13 y los 14 años. A partir de ese momento crucial en sus vidas, su existencia giraba en torno a al cultura del regimiento, realidad que solo abandonarían en el momento de su muerte. Su experiencia mas vital, el matrimonio, quedaba circunscrita a al demostración del valor en el combate. El sistema social dimanante era de incontestable garantía para un estado en constante expansión, pero se convertía en un bomba de relojería interna en épocas de paz, como la que se estaba atravesando durante el reinado de Mpande y el iniciado por Cesthwayo.
Las bases para un conflicto próximo estaban firmemente asentadas. Solo faltaba la chispa. Y para chispas explosivas, los Boer. A estos, la paz se estaba convirtiendo en un asunto tan engorroso como para los zulúes. Ellos necesitaban también la expansión. A pesar de todos los tratados de paz y fijación de fronteras, necesitaban nuevos territorios. En consecuencia, decidieron reclamar los territorios cercanos a Blood River, dentro del reino zulu.
Cesthwayo para cubrir las apariencias, pidió el arbitraje británico cuando los Boer decidieron ocupar los territorios por su cuenta y riesgo.
A la par que las conversaciones y contactos diplomáticos se extendían en el tiempo, los acontecimientos discurrían con mayor rapidez. En el Transvaal, fruto de la brutal política racial de los Boer, se produjo un insurrección bantú que estuvo a punto de costarle la existencia a la república Boers. Haciendo de la necesidad virtud, se pidió ayuda a Londres, tendiendo el anzuelo de una confederación con la colonia de El Cabo. Pero en esta ocasión los cálculos fallaron. Por aquellas fechas, la presencia de colonos británicos en la colonia había aumentado por el descubrimiento de diamantes y oro en la zona. So pretexto de defender a sus ciudadanos, y no dispuestos a convivir en situación de igualdad política con los díscolos Boer, ocuparon la zona, aplastaron a los Bantues y anexionaron la colonia al Imperio.
La respuesta Boer fue la de siempre: el éxodo. Sin embargo, el conflicto del Blood River no estaba resuelto y ahora los británicos lo heredaron junto al oro y los diamantes del Transvaal. Jurídicamente, la situación no había cambiado. Simplemente eran los británicos, es decir, sus súbditos, los que se encontraban ocupando ilegalmente los territorios cercanos al Blood River.
Nuevamente comenzó el ritual de las comisiones, encabezada en esta ocasión por el gobernador de El Cabo, sir Bartle Frere. La denominada Comisión Independiente fue encargada de emitir juicio resolutorio sobre la razón o sinrazón de la ocupación de los territorios, asignando propietario definitivo, bien Zulú, bien Boer. Hasta aquí todo discurría en los mejores términos administrativos, si bien las intenciones eran muy otras como se demostró cuando la Comisión falló a favor de los zulúes.
La resolución evidenció el espinoso conflicto de intereses que estaban en juego. De un lado, la República del Transvaal, con numerosa población blanca, con su notoria agresividad hacia las poblaciones indígenas, para la cual, la decisión era el leitmotiv perfecto para ir a la guerra. Por otro, el gobierno de Londres, interesado en pacificar la región y meter en cintura a los díscolos Boers, para lo cual se encomendaba al gobernador a iniciar la anexión del Estado libre de Orange, e imponer de una vez por todas la soberanía británica.
La figura del gobernador sería decisiva en los próximos meses. De sir Bartle Frere pueden emitirse todas las opiniones que se quieren, pero en modo alguno puede tachársele de inexperto en asuntos coloniales. Había demostrado su competencia en la India, desplegando esa conjunción de amabilidad colonial, a medio camino de la educación, la insinuación y la presión, tan acostumbrada en la Inglaterra victoriana. Exponente de la clase administrativa colonial que daría los mejores días de gloria al Imperio, buscaba encontrar la estabilidad en la región creando un grupo social indígena, económica y culturalmente favorecido por el poder metropolitano, que fuese el instrumento idóneo para el control de la región. En el caso africano, pasaba por llevar a los Boer por el camino de las buenas y educadas costumbres británicas, ejerciendo de paso la adecuada presión sobre los zulúes para reorientarlos por los caminos de la del vasallaje a los británicos.
Dispuesto a conseguir el éxito en ambos campos, quizás tentado/presionado por intereses económicos que mencionaban la posibilidad de yacimientos de oro y diamantes en Zululand, el gobernador anexionó la república Boer incluyendo los territorios del Blod River en conflicto, buscando la fidelidad accidental de los Boers, mientras ejercía una creciente presión sobre Cesthwayo buscando su acatamiento de las leyes británicas. En realidad, para sir Bartle Frere, los Boers era una molestia menor. Su verdadera preocupación era el disciplinado ejército zulú, que según diversas informaciones, se cifraba en torno a los 50.000 efectivos, animados por una tradición expansionista y dirigidos por un rey que bebía los vientos por ser un segundo Shaka.
Para el gobernador, este era el peligro, no los aproximadamente 5.000 recalcitrantes soldados Boers, que a fin de cuentas se regían por conceptos europeos, con los cuales, a pesar de las dificultades, siempre se podría legar a un acuerdo por la afinidad cultural occidental.
Se abrió entonces la senda de la prevaricación. Bartle Frere mantuvo los resultados de la Comisión en secreto, presionando a Cesthwayo para su reconversión en obediente vasallo británico.
Entretanto, los asuntos internos zulúes convergieron para crear la tensión definitiva. Por aquellos días, se produjo una de las consuetudinarias peleas entre miembros de regimientos zulúes para demostrar su valentía, dentro de la levantisca tradición de los jóvenes en el seno de los regimientos. El final del conflicto fue la justicia sumaria de Cesthwayo, ejecutando a unas docenas de estos levantiscos según el tradicional derecho penal zulú. Esta cuestión de política interna fue aprovechada por el gobernador para orquestar la última presión sobre el rey zulú. A través de Sir HENRY Bulwer, sub´gobernador de Natal, se le recordó que era rey por el consentimiento tácito de la Graciosa Majestad Imperial británica, con todo lo que ello conllevaba. Entre otras cosas, un comportamiento adecuado a las leyes británicas, que se le podía exigir a un rey vasallo. Mal comienzo para un suspicaz rey zulú consciente de su pasado histórico y de la idiosincrasia guerrera y orgullosa de su pueblo. La respuesta fue acorde con esta tradición:
"Por qué el Gobernador de Natal me habla sobre mis leyes? Voy yo a Natal a dictarle sus leyes? Aunque quiero ser amigo de los ingleses, no acepto que mi pueblo sea gobernado por leyes enviadas por ellos".
En los meses siguientes quedó demostrado que las situaciones tensas siempre pueden empeorar. En julio de 1878, dos esposas de un jefe zulú menor, Sihayo, a la sazón convertidas al cristianismo, huyeron del reino al ser descubiertas en pecado de adulterio. A maypr complicación, la huida fue con sus amantes, hurtando a la justicia zulú el gratificante ejercicio del escarmiento ejemplar. La persecución de los culpables, en torno a los 24 individuos traspaso las fronteras de Zululand, siendo apresados en Natal, territorio británico. A continuación, se ejerció la sumaria justicia zulú con la consabida ejecución sumaria de los culpables.
Loa británicos pusieron el grito en el cielo, a pesar de que no existía tratado de extradición ni nada que se le pareciese. Se conmino a Cesthwayo a que entregase a los homicidas para que fuesen juzgados por la justicia británica. Para Cesthwayo la petición era un disparate, pues había sido juzgados por leyes zulúes, en territorio Zulú, y la justicia había sido aplicado por zulúes. Punto y final.
La supuesta valoración del escándalo humanitario que podría suponer para británicos y Boers la suerte de los ejecutados zulúes por un affaire sentimental es adentrarse por los caminos de una esperpéntica hilaridad. Lo verdaderamente esencial para las autoridades de El Cabo y Natal era la instrumentalizacion que podía realizarse del incidente fronterizo y del rifirrafe sentimental, ejecuciones incluidas.
En la primera quincena de diciembre de 1878, se comunicó a los emisarios zulúes el resultado de los informes de la Comisión. Las conclusiones no podían ser mas sangrantes para el orgullo zulú y la justicia en general. Se fallaba a favor de los zulúes, pero estos deberían indemnizar a los ilegales Boers que se marchasen. Los que decidieran quedarse, ilegalidad aparte, quedarían bajo la protección de la Corona británica, lo que venia a suponer que podían campar a sus anchas ante las barbas de los zulúes, convirtiéndose de echo en una quinta columna blanca de información para ulteriores acciones en Zululand. Por si fuera poco, en el asunto de las ejecuciones, se conminaba perentoriamente a que en el plazo de veinte días se entregase a los responsables para ser juzgados por las leyes británicas. Para redondear el clima de amistad y entendimiento dimanante de la resolución, debería abonarse una multa por el cruce ilegal de la frontera. Satisfechos consigo mismos, se advertía a Cesthwayo, a partir de un plazo estimado de treinta días, todo tipo de ejecución sumaria, según las leyes zulúes, debería ser suspendida, debiendo entender los zulúes a partir de ahora, que las mujeres zulúes podrían casarse con quienes quisieran no necesitando permiso real. Seguía a esta exigencia todo un nuevo conjunto de disposiciones que debería cumplir el monarca, entre las que se incluían la libertad de movimientos de misioneras blancos y sus fieles conversos; las disposiciones legales zulúes deberían contar a partir de ahora con el visto bueno de un subgobernador que se instalaría en Zululand, arbitrando cualquier disputa entre zulúes y blancos de común acuerdo con el monarca.
Resumiendo, de aceptar las exigencias británicas, Cesthwayo se convertiría en un monarca hindú y su reino en un protectorado británico sin más. La experiencia colonial de sir Bartle Frere salía a la luz en su más esplendorosa versión.
Para Cesthwayo, en modo alguno dispuesto a convertirse en un maharajá negro, las peticiones eran una declaración de guerra y para ello si estaba dispuesto. No obstante, buscó un último entendimiento, declarándose dispuesto a entregar el ganado que se pedía como indemnización y a los asesinos de las mujeres en un plazo de veinte días. Y aquí salió a la luz la verdadera intención de los autoridades coloniales, prefiriendo una guerra victoriosa que ya estaba en marcha a un plazo de veinte días. Evidentemente, Cesthwayo fue consciente de ello no respondiendo al ultimátum.
En Londres, se conoció finalmente el embrollo sudafricano. El Secretario Colonial, sir Michael Hicks Beach exigió perentoriamente el inicio de cualquier operación militar sobre Zululand, pidiendo detalladas explicaciones a sir Bartle Frere de sus actuaciones. Como quiñen oye llover.
La distancia jugo a favor de la “independiente toma de decisiones de las autoridades coloniales”. Cuando llegaron este conjunto de órdenes, el ejército colonial estaba en marcha. Mientras el Secretario Colonial había recibido las informaciones de lo que estaba sucediendo en Natal, el 2 de Enero de 1879, y se disponía a mandar las citadas instrucciones, el 11 las tropas al mando de Lord Chelmsford cruzaban la frontera zulú.
En estos momentos se calcula que Cesthwayo contaba en torno a los 40.000 guerreros listos para entrar en combate, agrupados en 33 de regimientos, con una edad de sus combatientes entre los 20 y 40 años.
Prototipos de una sociedad que había echo de la guerra su leit motiv tradicional, el guerrero zulú llevaba intrínsecamente gravada en su personalidad la agresividad. La jefatura militar estaba íntimamente ligada al respeto y la jerarquía social y real. La belicosa agresividad del sistema les llevaba a los regimientos a enfrentarse entre sí en época de paz pues la ociosidad es mala consejera.
Por otra parte la jerarquía militar zulú estaba perfectamente estructurada. El mando supremo recaía en el rey, o en caso de su ausencia, en el induana ekulu o comandante de campo, que tenía potestad, cual imperium romano, para levantar las compañías y seleccionar los capitanes de su agrado. Estos capitanes solían ser hombres veteranos que a veces cumplían la función de enlaces con el "alto mando" y la tropa.
El armamento zulú consistía en un amplio escudo de madera forrado con piel de vacuno, denominado insimba, completado con dos lanzas arrojadizas, otra de combate cuerpo a cuerpo rematada en punta metálica de unos diez centímetros denominada iklwa y una maza de madera endurecida, rematada en punta redonda.
Las edades de los guerreros zulúes estaban comprendidas entre los 20 y los 40 años.
En conjunto, el ejército zulú por aquellas fechas contaba con unos 40.000 guerreros a la espera de la respuesta británica. Esta no tardó en llegar.
El 12 de enero de 1879, la maquinaria de guerra colonial se ponía en marcha. A pesar de iniciar la marcha en territorio zulú divididas en varias columnas, el esfuerzo principal del mando británico radicaba en la columna de Lord Chelmsford que debería dirigirse en línea recta sobre el kraal de Ulundi, corte de Cesthwayo. Sin embargo, el menosprecio hacia tropas con un nivel neolítico y la conciencia de superioridad victoriana que mantenían los británicos en aquél tiempo habría de resultar fatal para estas operaciones.
Dividiendo sus tropas, Chelmsford marchó sobre Ulundi, dejando un apreciable contingente en Isandlwana, a modo de campamento temporal. Aquí, mientras Chelmsford se adentraba en territorio zulú, fueron sorprendidos los en torno a 1.300 efectivos coloniales por 20.000 zulúes. El resultado fue una derrota sin justificación ni paliativos. Chelmsford incumplido una de las máximas más antiguas del arte de la guerra: no dividir las fuerzas en territorio enemigo sin conocer la posición y la envergadura de estas. Pero Chelmsford lo hizo. Quizás convencido que el arte de la guerra no podía aplicarse a salvajes neolíticos semidesnudos. Los zulúes, obviamente, eran de otra opinión.
La debacle de Isandlwana le costo al ejercito británico en torno a los 822 soldados de infantería de línea junto a unos 472 efectivos de africanos, entre nativos y auxiliares boers.



La derrota de Isandlwana levanto un clamor de criticas sobre las acciones de los gobernadores coloniales. Hubo análisis comparativos entre estos y las acciones rapaces de los procónsules romanos. A pesar de la campaña de prensa y la crisis interna de la política británica, poco cambio para los zulúes. Los británicos capturaron al rey Cetshwayo en agosto de 1879, y la guerra, a todos los intentos y propósitos, se había terminado.
A principios de septiembre, poco después de su regreso de Sudáfrica, Lord Chelmsford fue recibido en audiencia por la Reina. Gran parte de la conversación con la soberana giro en una auténtica profesión de inocencia por parte del comandante británico. Ella registró la conversación en su diario:

"Lord. Chelmsford, dijo, sin duda, (que) los pobres Col. Durnford había desobedecido las órdenes, al dejar el campo como lo hizo ... Lord. Chelmsford no sabía nada, nunca Col. Durnford envió ningún mensaje para decir que estaba en peligro ... Una cosa es clara para mí: a saber, que no era su culpa, sino la de los demás, que esta sorpresa en Sandlwana tuvo lugar ... Le dije a Lord. Chelmsford (que) había sido acusado por muchos, e incluso por el Gobierno, por el comienzo de la guerra sin causa suficiente. Me respondió que creía haber sido inevitable, que si no hubiéramos hecho la guerra cuando lo hicimos, temían que ser atacados y posiblemente dominados.
La mayoría de lo que Chelmsford dijo a la reina era una sarta de mentiras. Durnford no desobedeció orden alguna las órdenes. Y Chelmsford había ignorado, al menos dos advertencias en el sentido del campamento "estaba en peligro". Además, la guerra no era uno de legítima defensa, sino de conquista. La Reina Victoria, sin embargo, no alcanzó a ver la verdad.
Pero mientras los zulúes desaparecían de la historia como orgullosa nación independiente, un hombre había prosperado - Lord Chelmsford. Los honores Reina llovieron sobre él, ascendiendo a general, concediéndole el Stick de Oro en la corte y el nombramiento de teniente de la Torre de Londres. Murió en 1905, a la edad de 78 años, jugando al billar en su club.

lunes, 8 de marzo de 2010

La Primera Guerra Mundial. Reflexión

La Primera Guerra Mundial: 80 años después.

La imagen popular en 1914 por la cual se iba a la Gran Guerra pensando que con ella se acabarían todos los conflictos bélicos se ha revelado como lo más lejano de la realidad. En general, a la hora de hacer balance, se toma conciencia de que los problemas heredados a finales del s. XX en Europa y, en buena medida en el mundo actual, parten no de la postguerra de 1945, sino de la de 1919. Esta visión se afianza desde el momento de ya que no nos cabe duda alguna, de que las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y de la configuración del mundo actual, están en el conflicto de 1914-1918.
Antes de 1914, Europa no había vivido una beligerancia tan amplia, geográficamente hablando, desde las guerras napoleónicas. La Europa que se recrea en sus dos fases de la Revolución Industrial solo se ve alterada en su sueño autocomplaciente por conflictos locales: Crimea en 1854-1856, en el Este; las guerras nacionales en Italia y Alemania, trasfondo de los ecos de la Marsellesa del período 1789-1815; o él epilogo de la guerra francoprusiana. Final del s. XIX, y verdadera antesala del conflicto de 1914. Fuera de estos sobresaltos, Europa se recrea en el siglo del Imperialismo. Para bien o para mal, las relaciones internacionales mundiales son dirigidas desde las cancillerías europeas, mientras EE.UU. mantiene su autocomplaciente aislamiento en la esfera internacional que le permite marchar continuamente hacia el Oeste, por su propio continente y, cuando llega al Pacífico, dirigir su mirada hacia el otro lado del océano y el Caribe. La zona geopolítica al sur del Río Grande es considerada desde entonces, apoyándose en la doctrina Monroe, como su hinterland natural .
La entrada en el siglo XX queda prefijada por estas actuaciones, donde a ambos lados del Atlántico, las potencias occidentales no parecen tener ningún tipo de enfrentamiento por cuestiones territoriales. Sin embargo, en la vieja Europa las espadas están en alto. El final de la guerra francoprusiana, no ha hecho sino añadir un agravio mas al poso de rivalidades que los imperios europeos añaden lentamente, por sus discrepancias territoriales en el resto de los continentes. Entre 1840 y 1914, las sucesivas fases de la Revolución Industrial tienen la virtud de acortar las distancias, las comunicaciones y acercar la unidad de los hemisferios. Sin embargo, proximidad significa mejor conocimiento de los problemas y de las rivalidades. En normas generales, puede decirse que los imperios europeos son pésimos vecinos llegada la fecha de 1914. En 1887, dieciséis años después de la guerra francoprusiana, y dos desde la Conferencia de Berlín donde se reparte el mundo colonial y se llega a los mejores acuerdos y entendimiento entre las potencias europeas, calificada como la más alta cumbre de las relaciones internacionales europeas desde el Congreso de Viena, no impide ver el futuro con pesimismo, << la presente posición del mundo europeo es tal que en ella la pura fuerza ocupa un lugar mayor que nunca ocupó en los tiempos modernos desde la caída de Napoleón>> .
La Conferencia de Berlín pone de manifiesto que los viejos objetivos de competición no han variando en el fondo: el control del territorio, la riqueza, el prestigio y el poder, siguen configurando el status de gran potencia. Status que a principios del s. XX, supone por las dimensiones imperiales globales, poder desencadenar una guerra en diferentes y alejadas partes del planeta. A ello, se unen las armas económicas y los intereses derivados de ellos. La tripleta convenios comerciales, impuestos y empréstitos, se convierte en un actor de primera fila a la hora de dibujar las relaciones diplomáticas.
El mundo de la diplomacia adquiere también una peculiar fisonomía desde la derrota francesa de 1871. Entre 1873 y 1907, se configura un mundo de alianzas ofensivo-defensivas entre las grandes potencias europeas, que son el referente más válido para entender un desencadenamiento de la Gran Guerra, partiendo de un incidente local en Sarajevo. Los acuerdos de esta indole concretados en la Liga de los Tres Emperadores, la Triple Alianza y la Triple Entente, demuestran su genuíno carácter de bloque ofensivo por la simple lectura de los textos de estos tratados . Sistema de alianzas que, no nos engañemos, esta destinado a que en el período 1904-1914, las relaciones internacionales tengan como compañero de viaje la crisis y la sombra de la guerra. Camino hacia el conflicto bélico que se adereza en la crisis marroquí de 1904-1906; crisis bosnia de 1908-1909; segunda crisis marroquí de 1911 y las dos guerras balcánicas, que teminan de poner el escenario para el teatro de la guerra que se inaugura con la muerte del archiduque Francisco Fernando heredero de la corona Austro-hungará, el 28 de junio de 1914 . El desencadenamiento de la guerra es consecuencia automática de esta amplia red de tratados, que la diplomacia secreta, y a veces no tan secreta, considera de obligado cumplimiento. Y cuando hablo de un incidente local, no pretendo quitar fuerza al magnicidio de Sarajevo, ni obviar la rivalidad austro-serbia que desde principios de siglo presidia la escena balcánica, ni los intereses contrapuestos de todas las potencias, manifestados en las dos guerras balcánicas. Simplemente, reflexiono sobre otros hechos que complementan la crisis de Sarajevo.
El caso mas tipico de la reflexion fue el atentado de Sarajevo.
Empecemos por la persona del heredero, que no goza ni siquiera de la consideración del propio Francisco José. ¿ Qué motivo tenía la visita de Francisco Fernando a Sarajevo?. La ciudad es el punto de mira del polvorín de los Balcanes. Cuatro años antes el propio emperador sufre un atentado en las calles de Sarajevo, y doce días después desde el mismo lugar que Gavrilo Princip dispara, es tiroteado el gobernador de Bosnia. A ambos, el emperador y el gobernador, les salva la caualidad o la mala puntería. Pero a la tercera va la vencida. El impacto en el animo del emperador no fue gran cosa << No se puede desafiar con impunidad al Todopoderoso>> .
Cuestion aparte fue el carácter defensivo de las alianzas establecidas. Si bien por una parte aseguraban a ambos bloques sobr el ataque respectivo, nada se dijo en los tratados sobre las ulteriores alianzas de las naciones signatarias con potencias menores. Esta omisión, considerada intrascendente, habría de revelarse con fatales consecuencias. El caso de la pugna de Servia con el imperio austro-húngaro fue el detonante mas característico. La enemista serbo-imperial,unido al proteccionista del imperio zarista de todas las naciones eslavas, jugando a madre del paneslavismo balcánico habría de convertirse en el detonante que llevo a la crisis de Sarajevo con las consecuencias que todos conocemos.
A fin de cuentas, la Historia ironizo con una situacion donde las grandes potencias habían asegurado su mutua defensa en bloques, pero en modo alguno, se habían establecido controles y garantías sobre las pequeñas aliadas, que sobredimensionadas en importancia por sus aliados y hermanos mayores respectivos, tendieron a agitar el avispero de los Balcanes.

domingo, 7 de marzo de 2010

AMANECER ZULU.
1. Ficha técnica.
2. Sipnosis.
3. El director.
4. Contexto temporal.
5. Cuestiones.
a. Explicar los puntos fundamentales que llevan a la intervención británica en la tierra de los zulúes.
b. Características de los personajes y de la época reflejada:
i. Actitud del gobierno británico ante la nueva aventura colonial.
ii. Actuación de lord Chelmsford y Bartle Frere.
iii. Actuación de Cetshwayo
c. Características reflejadas en la conflictividad entre los personajes durante la película, atendiendo a las características reflejadas de la época.
i. Enfrentamiento entre las visiones de la guerra del corresponsal, Dunford y lord Chelmsford.
d. Exponer las principales pautas del conflicto mostrado.
e. Citar ejemplos aparecidos en la película de situaciones que concuerden con los hechos del periodo estudiado..
6. Opinión personal.
a. Valoración de la película basándose en la ambientación histórica, la música, la fotografía, etc.
b. Opinión critica personal razonada poniendo de relieve el interés, la amenidad, la claridad o confusión del tema tratado, la valoración como fuente histórica, y la valoración personal.